Por primera vez se abre a negociar con todos los países, de uno en uno

Trump rectifica con una pausa de 90 días a sus aranceles, excepto China

01:09h

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[caption id="attachment_670797" align="alignnone" width="2048"] Foto de archivo de la ficha policial de Donald Trump de la oficina del Sheriff de Fulton Country Fulton County Sheriff's Office via AP[/caption] Nadie está en la cabeza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Solo el propio Trump, que por primera vez parece haber escuchado lo que le están diciendo los mercados con pérdidas de billones de euros. Y estas pérdidas también afectan a sus propias empresas y a las de sus amigos oligarcas. A la vista de los acontecimientos, Trump ha tenido que poner en pausa su desbocada carrera arancelaria, a troche y moche, sin ver socios, aunque si con un claro objetivo: debilitar a la economía de China, que lleva años pisando los talones a ese primer puesto de potencia mundial. Trump no ha retirado sus aranceles. Solo ha puesto en pausa su entrada en vigor, después del amago del 9 de abril, en que su mano firme no pareció temblar. Ha dado 90 días para dar tiempo a negociar a todos los países que se lo han pedido. China no se lo ha pedido y le ha respondido con subir también sus aranceles, y su respuesta ha sido seguir subiéndolos del 104% al 125%. No hay ninguna base científica ni económica, más bien parecen cifras puestas al tun tun. Sea como sea, lo cierto es que Europa respira, su plan diseñado no buscaba una confrontación, sino una correspondencia lógica ante el encarecimiento de los productos estadounidenses que pudieran llegar a cualquier de los Veintisiete. Ursula von der Leyen y gran parte de los presidentes europeos de la UE habían hablado con la misma voz: defender los intereses del Mercado Único, igual que Donald Trump defiende los intereses de Estados Unidos. El plan arancelario había sido estudiado en profundidad, producto por producto, servicio por servicio y fecha por fecha. Trump no quería escuchar a nadie para seguir con su estrategia, pero los mercados, los empresarios, los inversores y hasta miembros de su Partido Republicano ejercían su presión para que parara, para dar una tregua a su carrera arancelaria. Y el mismo día en que aseguró que entrarían en vigor los aranceles anunciados el "Día de Liberación" (2 de abril) ha tenido que firmar un decreto para establecer una "pausa" parcial de 90 días en la aplicación de esos aranceles.

Mantiene la subida general del 10% y los aranceles a coches, acero y aluminio

Ha sido parcial porque a China no solo le mantiene los aranceles (104%), sino que se los sube al 125% por haber tomado "represalias". También mantiene esa subida del 10% inicial para todos los países con los que comercia, además de los aranceles sobre los automóviles, el acero y el aluminio del 25%. Estos aranceles son su línea roja que no va a tocar, le digan lo que le digan, y en los que basa la protección para las empresas estadounidenses. Este fue su anuncio y las Bolsas estadounidenses aplaudieron con una gran subida, casi del 10%, después de que el propio Trump hubiera aconsejado, antes incluso de firmar el decreto de la 'tregua', de que era "un gran momento para comprar". Los inversores lo tenían fácil para comprar acciones a precios muy bajos incluso para los bolsillos más modestos.

En el tablero de Trump, el presidente de Estados Unidos ha hecho su nuevo movimiento, y ahora espera la respuesta del resto de los jugadores. La UE anunció una primera lista de productos a los que aplicaría una subida de aranceles, en teoría a partir de mediados de abril, la semana que viene. Ahora estos 90 días de tregua podrían variar esa fecha en aras de la negociación. Lo que Ursula von der Leyen y sus comisarios saben es que si aplican la subida, Trump responderá como lo está haciendo con China. Un ejemplo es lo que está ocurriendo con México y Canadá, los dos primeros países contra los que lanzó su andanada arancelaria, a los que mantiene su amanaza en pausa.

¿Esta tregua forma parte de su estrategia o es una marcha atrás ante la debacle que estaba produciendo en los mercados? Nunca lo dirá, aunque sus más allegados aseguren que es estrategia. Lo que nadie entiende es esa estrategia en la que el primer perjudicado es su país, que ha visto debilitadas sus Bolsas, perdido liquidez con la caída de las ventas de bonos del Tesoro y un dólar debilitado por dejar de ser refugio porque su mandatario no es de fiar. Trump ha puesto a la economía estadounidense en la senda de la recesión. La jugada para ganar 2.000 millones diarios le ha salido demasiado cara, porque ha empezado a dejar a muchos de sus conciudadanos en la cuneta.

La tregua la decidió guiado por su "instinto"

Ni su llamada a la tranquilidad ("Todo va a salir bien", decía a los estadounidenses) serenó los ánimos. Su discurso ahora se llena de matices con un "creo" que todo va a salir "increíble" porque "se puede llegar a un acuerdo con todos", y en ese todos ha incluido tanto a la Unión Europea como a China. Con todos habrá "acuerdos justos", insistía. La justificación de la "pausa" en la aplicación de sus aranceles todavía fue más inverosímil, ya que la ha decidido "guiado por mi instinto", una explicación que más que traer calma genera todavía más dudas.

La siguiente incógnita a resolver es si serán suficientes 90 días para negociar con los 75 países que le han pedido una reunión. Trump está preparando a todo su aparato para negociar, desde el Departamento del Comercio y del Tesoro hasta, si es necesario, despachos privados de abogados, a fin de atender a todos. No obstante, deberá definir con exactitud cuál va a ser su política comercial, las barreras y líneas rojas, los aranceles, su política de divisas y hasta las tasas.

La única condición para negociar es que el país no haya tomado represalias contra Estados Unidos. Para esos países "he autorizado una pausa de 90 días y una reducción sustancial del arancel recíproco durante este período, al 10%, también con efecto inmediato”, ha precisado.

Solo China ha aplicado aranceles "recíprocos" inmediatos, el resto ha fijado fechas, como la UE para la próxima semana, y otros lo están estudiando. ¿Pretenden que todos se plieguen a sus condiciones y acudan sumisos a la negociación? Lo que siempre ha dejado claro, y solo lleva poco más de dos meses gobernando, es que no se le puede llevar la contraria a la que es la mayor potencia económica del mundo. Por eso, cada país tendrá su propio acuerdo, diferente de los del resto. ¿Espera, como dijo de manera soez ante sus colegas republicanos, que acudan "besándonos el culo"? ¿O como acaba de decir su secretario del Tesoro "cortándose el cuello", por visitar Pedro Sánchez países como Vietnam y China para entablar nuevos acuerdos comerciales?

China se mantiene en pie de guerra comercial

Frente a la respuesta, de momento, tibia de los que en otros tiempos fueron sus socios comerciales (con la UE a la cabeza), la respuesta de China es de enfrentamiento. Ni se mostrará sumiso, ni acatará las caprichosas decisiones de Trump, ni pedirá aplazamientos. China responde con su misma moneda: más aranceles y más elevados, en los mismos plazos y en los mismos porcentajes. Pronto se sabrá quién gana, si el corredor de sprints (Trump), que va deprisa y corriendo y hace dudar de si incluso tiene una estrategia más allá del resultado, o el corredor de fondo (China), con una estrategia diseñada durante años con la que ha ido ganando terreno, pese a su economía cerrada, al hacer sus productos cada vez más necesarios. El dirigente estadounidense parece haberse cansado de subir porcentajes, cuando este miércoles, tras subir hasta el 125% los aranceles a China, por primera vez ha empezado a hablar de que "China quiere llegar a un acuerdo", aunque lamentando que sean lentos y orgullosos. El problema de Trump es que en su guerra no tiene aliados en los que apoyarse, pese a llevarse bien con Netanyahu, Putin, Milei o el presidente norcoreano, Kim Jong-Un. Nadie se fía de los bandazos de Trump, y al dejar de ser un socio fiable, todos buscarán otras soluciones. Tras la pausa de Trump, las autoridades chinas han pedido a Estados Unidos avanzar hacia un acuerdo “a medio camino” para poner fin a la guerra comercial entre ambos países, y advirten de que el conflicto actual podría tener un “grave impacto” en la estabilidad de la economía global. “La puerta al diálogo está abierta, pero este debe basarse en el respeto mutuo y realizarse en condiciones de igualdad”, declaró en conferencia de prensa la portavoz del Ministerio de Comercio chino, He Yongqian. Añadió que si no se dan esas condiciones, China “luchará hasta el final”.

En cuanto a la Unión Europea, pese a su permanente mano tendida, también le ha mostrado que no se quedará cruzada de brazos. Si Trump defiende los intereses de sus más de 300 millones de habitantes, la UE lo hará en defensa de los casi 600 millones de europeos. Si hasta la semana que viene no se ha producido ningún tipo de contacto entre Washington y Bruselas ya se verá si aplica los aranceles anunciados sobre productos como el maíz, muebles, calzado, diamantes, productos agropecuarios, aves de corral o motocicletas como las Harleys Davinson en respuesta a los aranceles que Trump sí ha mantenido (ese 10% general y el 25% sobre el aluminio y el acero).

De momento, la UE ha decidido suspender los aranceles que iban a entrar en vigor la próxima semana con el objeto de negociar un acuerdo con Trump. La suspensión también será de 90 días. La presidenta de la Comisión Europea ha explicado en un comunicado que "la UE tomó nota del anuncio del presidente Trump” y que la pausa en los aranceles europeos, que afectarían a bienes estadounidenses valorados en 20.900 millones de euros (unos 23.000 millones de dólares), responde al deseo de “dar una oportunidad a las negociaciones”. Von der Leyen también ha advertido de que si no se logran avances, las medidas de represalia europeas “entrarán en vigor”.

Fuera de ideologías y partidos, y de quién ocupa la presidencia de Estados Unidos, los datos muestran, pese a las rabietas de Trump sobre el tratamiento injusto que recibe por parte de todos los países, que la economía de Estados Unidos crecía a buen ritmo, creaba empleo, y los inversores obtenían rentabilidad. Su estrategia errante ha puesto la economía de Estados Unidos patas arriba, cambiando los socios comerciales y aislándose con un proteccionismo propio del siglo XIX.