Siempre Baudelaire

26/10/2012

Daniel Serrano. Los garabatos de Baudelaire tienen su encanto pero, sobre todo, resulta deliciosa la dosis de vitriolo que el autor de 'Las flores del mal' vierte en cada frase.

Abrir por la página 232 y encontrar:

“El hombre, cuanto más cultiva las artes, menos numerosas son sus erecciones”.

Y también:

“Follar es el lirismo del pueblo”.

Por ejemplo.

O bien (en otras páginas):

“Ser un hombre útil siempre me ha parecido repugnante”.

“Lo más terrible en el amor es que se trata de un crimen en el que no podemos prescindir de un Cómplice”.

“Si la religión desapareciera del mundo, la volveríamos a encontrar en el corazón de un ateo”.

“En la delgadez hay una indecencia que la hace encantadora”

“La pederastia es el único vínculo que une a la magistratura con la humanidad”.

“En el amor, como en casi todas las cuestiones humanas, el acuerdo es resultado de un malentendido”.

O esa otra sentencia que tanto gustaba a Francisco Umbral:

“El dandy debe aspirar a ser sublime sin interrupción”.

Ah, si Baudelaire hubiera vivido en la era de twitter.

Dibujos y fragmentos póstumos nos descubre a un maldito que consagra su talento a anotar provocaciones y genialidades en corto y, a la vez, a un reaccionario que detesta al populacho y también a un muerto de hambre que calcula cuánto le puede reportar una reedición de sus versos y, en definitiva, al gran literato que todo adolescente debiera leer con veneración. Pero los adolescentes (¡ay!) ya no leen a Baudelaire y eso duele.

Los garabatos de Baudelaire tienen su encanto pero, sobre todo, resulta deliciosa la dosis de vitriolo que el autor de Las flores del mal vierte en cada frase.

El mismo que se suma a la insurrección de 1848 (y exige a gritos en las barricadas que fusilen a su padrastro) escribe: “Toda revolución tiene como corolario la masacre de los inocentes”. El mismo que traduce a Poe y asombra al mundo con versos de una exquisitez vibrante hace alarde de una misoginia extrema: “La mujer es natural, es decir, abominable”. El mismo que se erige en dandy universal manifiesta una obsesión enfermiza por el dinero: “Jeanne 300, mi madre 200, yo 300. 800 fr.  por mes”. El artista y sus contradicciones. Pero qué fascinante resulta leer a este putero sin entrañas entregado al lado oscuro.

Vale, bien, uno no es siempre adolescente (o tal vez sí) y hasta Joaquín Sabina ha sentado la cabeza y ya no es el crápula que era y nos gustaba admirar pero, qué coño, cuántos nos identificamos (a ratos) con trallazos como el que afirma: “Soy desmedido. Amo la orgía, y le agrego el condimento de la ironía”. La vida ha de afrontarse con unos gramos de desmesura, sobre todo en tiempos tan grises como estos que padecemos. La vida es leer a Baudelaire y gozar de esta edición con sus notas dispersas y sus dibujos a tinta.

Y para los días de resaca, una constatación: “Después del exceso, nos sentimos siempre solos, abandonados”. Qué gran verdad.

Mas luego vienen los días luminosos y las noches en las que todo es posible.

Siempre Baudelaire.

Dibujos y fragmentos póstumos. Charles Baudelaire. Sextopiso. 363 páginas.

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