Estoy deseando convertirme en un tío para ligarme a Helen Swedin, la espléndida mujer de Figo ¡qué bellezón! Debe ser que estoy un poco descolocada después de asistir al 10 aniversario de los Premios Shangay, universo gay por antonomasia. Pero vamos por partes, que estoy despistando al personal.
Como estos días todos analizan -y dogmatizan- los resultados electorales catalanes, me apetece salirme por la tangente. Total, lo acontecido era muy previsible. Aunque el independentismo pornográfico de Laporta igual se nos ha ido de las manos, tranquilizaré a los apocalípticos: este tipo de esperpentos -Esquerra incluida- son sólo el atrezzo, la lentejuela del carnaval. Mientras Artur Mas y CIU gobiernen, la independencia no es opción inteligente: blindarán Cataluña para sí mismos, pero conservarán la llave de las cuestiones capitales del Estado. Mangonearán en su propio beneficio a los sucesivos gobiernos españoles que se dejarán desangrar sin más, porque a PP y PSOE, PSOE y PP no les sale del pairo modificar una Ley Electoral calamitosa. Así que mejor les cuento lo entretenido de ver el clásico en italiano, en uno de los edificios más bellos de la capital -sino el que más-, copa de champán y macarons en mano -hasta aquí lo bucólico-, ¡rodeada de atléticos y de tifosi!
Se entregaban los Premios Tiépolo en la Embajada de Italia al Atlético y al Inter por su contribución a la difusión de la imagen de nuestros países por todo el mundo. Recogían el galardón sus presidentes, ambos empresarios de éxito: Cerezo, el principal productor español, y Moratti, Consejero Delegado de una de las mayores petrolíferas de Italia.
Coincidiendo con el partido, las salas repletas de pantallas: ambiente futbolero total. De Gea modosito, Sneijder dicharachero, Esperanza Aguirre presumiendo de ser hincha en la Supercopa, aunque la frase mítica la soltó Gallardón: “Los que amamos el fútbol…” Pues miren que me cuesta visualizar al alcalde vociferando en un estadio bufanda al aire con pinturas de guerra en la cara. Debe ser que le echo poca imaginación. He de confesar que el séquito atlético con su Presi a la cabeza, intercambiaron cómplices sonrisitas -disimuladas y por lo bajini- tras el segundo gol blaugrana. Ante mis protestas desairadas de vikinga herida “como podéis alegraros, cuando jugáis contra ellos yo soy una rojiblanca más”, su despiadada respuesta: “si un colchonero no es antimadrista, no es atlético de corazón”. Hala, tan panchos que se quedaron.
Buscando comprensión me cambié de pantalla, pero fue peor el remedio que la enfermedad, ¡grupito de argentinos idolatrando a Messi! Uff, vaya tardecita. Me quedaba el consuelo de babear ante un Figo impecable -gana con los años, está tremendo, apetecible-, pero dada la compañía que lucía -su señora es de otro planeta-, opté por la retirada a tiempo antes que por la derrota humillante que nos iba a deparar la velada. Además, había que reservar fuerzas para los divertidísimos Premios Shangay del día siguiente: ¡tantos años preguntándome por la localización de chicos guapos y estaban todos concentrados en el Teatro Coliseum! Me pido para mí solita la dulce mirada y la sonrisa pícara de Félix Gómez… Ana Torroja nos regaló un “Mujer contra mujer” a capela -para gran regalo, los maravillosos zapatos que calzaba Rossy de Palma si me quiere agasajar por navidad-, Bustamente, Kike Sarasola y la Terremoto de Alcorcón nos divirtieron en la cama -escénica-, y Lucía Etxevarría pataleaba en el estrado por los resultados cosechados por CIU, cuyo prócer Duran i Lleida “manifestó hace tres años su defensa a la curación de los homosexuales con tratamientos específicos” y por los futuribles votos a Rajoy “que no garantiza mantener el matrimonio homosexual”. Lucía, que no te has caído de un guindo, ¿a estas alturas te sorprenden las dobles morales? Los tradicionalistas carnales, son conservadores de cintura para arriba, pero ¡ay de cintura para abajo…!
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