En tiempos tan hostiles para la dignidad hasta el chabacano chantaje se disfraza de milagro económico. Esta nueva versión de Bienvenido Mister Marshall tiene de todo menos gracia. Ni, por supuesto, al gran Pepe Isbert de protagonista. Nos hemos de conformar con el multimillonario Adelson que dice estar dispuesto a regar de billetes la Comunidad de Madrid siempre y cuando sus atributos prevalezcan sobre la legislación vigente. Es tan disparatado el catálogo de exigencias para levantar esta especie de Las Vegas con aroma a zarajos y chocolate con churros que cualquier gobernante, más ávido de seriedad que de salir en el telediario, hubiera tardado lo mismo en escucharle que en decirle que se equivocaba de persona y de país.
Quienes se dejan cegar por este megacuento de la lechera o pecan de ingenuidad o militan, con derecho y legitimidad, en el club de fans de Maquiavelo o de doña Esperanza Aguirre o, en menor medida, de doña Ana Botella a quien se le ha visto menos efusiva. En este particular caso lo mismo me da que me da lo mismo. No hay fin que justifique unos medios que nos retrotraerían a los convenios colectivos que regían en los campos de algodón de Alabama. La vieja Europa debería recordar que, aun en tiempos de crisis, el precio de la supervivencia no se paga en el mercado del neoesclavismo ¿O acaso se piensa que las reformas laborales y de la Ley de Extranjería que pide don Sheldon mejorarían las condiciones de trabajadores e inmigrantes?
¿Hablamos en serio cuando siquiera sopesamos cambiar las leyes para beneficiar a una empresa? ¿Es de recibo que quienes han sido cómplices del desmantelamiento de la industria madrileña se pirren ahora por este parque temático del black jack y las tragaperras? Cómo olvidar, por cierto, al exultante Gallardón ensalzar el Parque de la Warner cuando parecía que sólo Piolín iba a generar más puestos de trabajo que reconstruir las pirámides de Egipto. Luego, como se sabe, la Comunidad hubo de salir por piernas sin lograr ni así huir del fracaso ¿Alguien recuerda por ventura que un proyecto clónico al que hoy nos venden debería haber empezado a construir en 2008 en la comarca de Los Monegros promovido por otro grupo inversor? De momento nada de nada.
El menú a la carta redactado por el amigo americano va desde ponerle una estación del AVE casi en el guardarropa del casino a que le quiten de ahí Valdemingómez y la Cañada Real dado que, ciertamente, queda feo al lado de las limusinas. Entre medias suelo público gratis total, condonación de impuestos, avales públicos y hasta que dejen fumar en el interior de sus locales. Al parecer la cama la traería su mayordomo desde los USA.
A cambio 16.000 millones de inversión en un plazo mínimo de quince años y 261.000 empleos. O no. Es decir, la credibilidad del estudio está a la altura de las promesas electorales de Rajoy sobre el IRPF. Cómo será la cosa que hasta el presidente de la patronal madrileña, don Arturo Fernández, hombre expansivo donde los haya, se ha mostrado cauto. No hay mejor termómetro para calibrar la solidez de este delirio. Habrá quien argumente que es una ocasión inmejorable para reactivar la región y crear empleo. Sin duda. Eso sí, en las mismas condiciones que miles de empresas cuyos propietarios, lejos de estar en la lista de Forbes, se parten a diario la cara por no cerrar el negocio o se ven obligados a rascar la hucha para pagar los mismos tributos que este ricacho pretende eludir.
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