Desconfianza telefónica

04/04/2025

Josep M. Orta.

En estos tiempos que cambian radicalmente las reglas del juego y en el que todo son inseguridades, uno se siente indefenso ante las llamadas telefónicas.
Ya no son sólo aquellas que determinadas empresas hacen de intermediarias para que te cambies de compañía de gas o electricidad, o te ofrecen idílicas condiciones para que te pases a otro operador telefónico. O las numerosas empresas que sus servicios de atención al cliente los atienden personas de la otra punta del mundo y con frecuencia con dificultades con el idioma.
También nos hemos acostumbrado a hablar con unas máquinas que están muy lejos de ofrecer las prestaciones que da la inteligencia artificial. Es aquella respuesta que te ordena que marques el 1, después el 3… y al final te sale una grabación que te informa que “todos nuestros agentes están ocupados, enseguida le atenderemos” y se abre una eterna espera amenizada, eso sí, con una reiterativa musiquilla. Otra forma es que la maquinita en cuestión te pida que resuman brevemente tu problema y que una vez obtenida la respuesta inevitablemente te dice que no lo has entendido.
Y no digamos cuando se trata de pedir la obligatoria cita previa en algunas de las instituciones del país. Lograrlo a veces es un milagro, desde que el cupo de citas ya está cubierto este mes, “inténtelo otro día” o directamente no se te abre el enlace. Ya ni me atrevo a imaginar lo que les sucede a los inmigrantes cuando tratan de regularizar su situación… ¡Qué tiempos aquellos que marcabas un número y te atendía una persona!
Pero ahora se ha dado una nueva vuelta a la tuerca y en cualquier teléfono, sea móvil o fijo, se ha puesto de moda las llamadas fraudulentas. En algunas el mismo aparato hace de frontera y te avisa que se trata de un spam. Otras veces son los números extraños que te advierten del peligro de la llamada. Pero a veces las llamadas corresponden a números normales que tú no tienes controladas y en tiempos de tantas estafas te hacen desconfiar que es una llamada extraña y no la atiendes. Ahora estas llamadas raras se multiplican (como los sms de tu supuesto banco o de un paquete no reclamado) y ante el temor que te inoculen no las atiendes. Ello provoca que las llamadas que sí que deseas atender, como la del móvil del operario que viene a arreglarte una fuga de agua o de una enfermera que te cambia la hora de visita con el médico, se queda sin respuesta.
Es que hoy las ciencias adelantan que ya es más que una barbaridad.

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