Donald Trump ya lleva dos meses en la Casa Blanca y en este corto periodo ha revolucionado tanto su país como el mundo. Si de alguna cosa no se le puede acusar es de incumplir con gran celeridad las promesas que formuló durante la campaña electoral (otros podrían tomar ejemplo).
Nunca nadie había destrozado tantas cosas en tan poco tiempo. Se ha enfrentado a sus tradicionales aliados al tiempo que recuperaba una extraña amistad con su tradicional enemigo ruso mientras que su gran rival a destrozar es la vieja Europa, amenaza con invadir territorios y desestabiliza la economía mundial, además de amenazar con engrandecer su territorio por “razones estratégicas de seguridad”
Esto por lo que se refiere a la política exterior. Tampoco parece tranquilizar demasiado a sus conciudadanos, donde también impone su ley como nuevo sheriff. Ya no importa, que también, que pretenda expulsar a dos millones de emigrantes clandestinos alquilando prisiones de máxima seguridad en países sudamericanos por que es mucho más grave la desobediencia y desautorización de los jueces que no le besan la mano afirmando que el presidente de los Estados Unidos está por encima de las decisiones judiciales. De momento está desarticulando los servicios secretos, destituyendo generales y reformulando el sistema sanitario, además de negar las virtudes de las vacunas, así como el cambio climático. E incluso se atreve no sólo a indultar a los golpistas del asalto al Capitolio en el 2020, sino que además pretende indemnizarlos la persecución que han sufrido.
Todo esto en dos meses y un grupo de sus seguidores ya propone abolir la norma que una persona sólo pueda ser presidente durante dos mandatos. Yo no sé si esta propuesta tiene verosimilitud dada la edad de Trump, pero sí creo que su equipo está creando sólidas estructuras para perpetuarse en el poder. Una posibilidad es que dentro de cuatro años los sondeos le auguren una rotunda victoria, otra es que controlando el sistema electoral manipule las votaciones como ya trató de hacer en el 2020. O si los números no le cuadran, ya han precedentes en la historia de personas que se aferran al poder, olvidándose de estas minucias que son las elecciones en bien del país. Ya se sabe en su diccionario todo aquel que no le besa los pies o es comunista o narcotraficante y “alguien ha de salvar América”. Aunque parezca esperpéntico, su forma de actuar quizás no lo hace improbable.-
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