Mientras tres dictadores pretenden repartirse el mundo, en sus contactos os parece que Trump le basta con que le incrementen su ego, porque en las negociaciones está perdiendo todas las batallas. En el tema de Ucrania parece que Putin le está ganando la partida, ya que sin ceder en nada obtiene no pocas concesiones del presidente norteamericano, incluso la promesa de que cese la militarización europea en el país de Zelenski (o sea vía libre para continuar con sus afanes expansionistas a los países de la antigua Unión Soviética). El otro gran conflicto es evidente que el inquilino de la Casa Blanca se pliega a todas las acciones que realiza Netanyahu. Dejo para otra ocasión la contestación interna que provoca Trump con sus drásticas medidas a su población.
Parece que el gran enemigo del presidente americano es una Unión Europea que ve amenazados sus principios fundacionales y está tomando medidas (sorprendentemente en esta ocasión con una cierta celeridad) para plantarle cara al prepotente mandatario, actitud que cuenta con el respaldo de la gran mayoría de países (claro que en todas partes hay un judas que trabaja para el enemigo).
En este contexto en que casi todos cierran filas para salvaguardar los valores de la Unión sorprende que algunos dirigentes de partidos políticos inviertan sus esfuerzos en pequeños problemas internos en muchos casos menores y pierdan de vista que en estos momentos son otros los grandes objetivos que tendrían que protagonizar sus esfuerzos para salvar el barco. Entre otros, y no menores, atajar las intrusiones de los trumpistas en la vida interna de la política de los diferentes países y el importante apoyo que reciben los partidos de extrema derecha que cada día se sienten más fuertes y que algunos partidos populares sucumben a sus ansias de tocar poder y al precio que sea aceptan ser prisioneros de sus planteamientos (y no sólo en España).
Son tiempos convulsos y peligra la supervivencia de no pocos valores, tratando de imponer un mundo que recuerda a los tiempos del colonialismo. Ante esta situación es hora de enseñar las uñas y plantar cara con la máxima fuerza posible. La pugna es gigantesca, pero si no se afronta, se pierde siempre. El problema no es Ucrania sino que en Ucrania se decide el futuro de un nuevo mundo en el que algunos pretenden marcarnos el paso.
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