iSuperado ya el esperpento del “vis a vis” entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz para poner de acuerdo al gobierno consigo mismo, el sainete monclovita nos prepara ahora un nuevo serial con caracteres de culebrón televisivo. Es decir una historia insólita, lacrimógena y sumamente larga, en definición de la Real Academia, que comienza con el melodrama de la búsqueda de los apoyos perdidos y termina con el drama de un nuevo asalto fiscal a los ciudadanos españoles que, como es habitual con el sanchismo gobernante, suelen ser las víctimas de las veleidades y la caótica gestión de un gabinete de coalición a la deriva.
Una búsqueda de apoyos que todo apunta a descalabro, porque aun si se consigue el “sí quiero” de SUMAR, el mantenimiento de las negativas de Podemos, Bildu y ERC hacen inviable la aprobación del incremento del gasto en defensa al que Sánchez se ha comprometido con los socios europeos. A los independentistas, los filoetarras y a los enemigos de España no les interesa la seguridad y la fortaleza del Estado, sino su debilidad para conseguir sus objetivos. Caso aparte es el de los puigdemones de Junts y que apoyarán cualquier cosa a cambio de nuevas concesiones antidemocráticas y contrarias al interés de España y de la igualdad entre los españoles.
Así las cosas sólo le queda a Sánchez recurrir al rescate del Partido Popular. Un salvavidas necesario al que desprecia, pero en el que confía por la intersección y la presión de los populares europeos a sus socios españoles.
Presiones que probablemente existan con el añadido de que el PP de Núñez Feijóo es un partido de Estado, consciente de que aumentar el gasto en defensa es hoy más que nunca imprescindible para garantizar la seguridad y la democracia de una Europa abandonada por el excéntrico, irreflexivo y veleidoso Donald Trump. Un Partido Popular que, recordamos, es el mayoritario en el Parlamento, que ganó las elecciones y que mal haría en ceder al trágala de un personaje tóxico y nada fiable como Sánchez.
Precisamente es por sentido de Estado, por respeto a los valores democráticos y a la dignidad de sus votantes a los que desprecia Sánchez, Feijóo debe condicionar su apoyo a la firma de un pacto de Estado sobre la política exterior y de defensa, además de imponer un debate parlamentario en el que el jefe del Ejecutivo explique sus pretensiones y sus objetivos y se comprometa públicamente a cumplir con los acuerdos, además de a romper con sus socios desleales y anticipar las elecciones.
Subir el gasto en defensa del 1,28% al 3% del PIB como exige ahora Van der Layen a todos los países miembros de la UE supone a España incrementar su inversión militar en más de 30.000 millones de euros que ante la ausencia de nuevos presupuestos, que ni están ni se esperan, obligan bien a incrementar los ingresos o a recortar los gastos que, conociendo la trayectoria de este gobierno ya podemos suponer por donde van los tiros, y nunca mejor dicho.
Sánchez ya le ha prometido a Yoli que no recortará el gasto social. Y tampoco está dispuesto a reducir el coste de un gobierno elefantiásico de 22 ministerios, el mayor de la historia y la mayoría de ellos innecesarios e inservibles, ni a rebajar la nómina del más del millar asesores enchufados a dedo del Ejecutivo que supera los 150 millones de euros anuales. Y tampoco a eliminar las subvenciones a sindicatos, asociaciones o colectivos para comprar votos. No.
En círculos próximos a La Moncloa que Sánchez, porque el gobierno es sólo él y los demás sólo la voz y las manos de su amo, está preparando otro atraco fiscal a las clases medias y a las empresas españolas para financiar los mayores recursos a Defensa. Eso, además de esquilmar los más de 4.000 millones del Fondo de Contingencia y realizar trampas contables para disfrazar el gasto militar dentro de otras partidas, con objeto de evitar llevar el aumento del gasto al Parlamento, saltándose todos los controles democráticos al más puro estilo del franquismo y los regímenes dictatoriales.
En definitiva, Sánchez en estado puro, controlador, manipulador, sin escrúpulos y con una visión cortoplacista que sólo tiene un objetivo, mantenerse en el gobierno sea como sea y caiga quien caiga. Como afirmaba recientemente Nicolás Redondo Terreros cuando asistimos a tiempos de convulsión y de configuración de un nuevo orden mundial, “donde se necesita una política de adultos Sánchez no está preparado intelectualmente para ser un líder”.
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