El Trump español

05/03/2025

José María Triper.

Aunque nunca fueron buenas e incluso tensas por momentos, es del todo punto manifiesto que las relaciones personales y del gobierno de Pedro Sánchez con la nueva administración estadounidense han comenzado de forma convulsa y con síntomas de crispación. Las exigencias trumpistas para aumentar las inversiones en defensa y el apoyo a Ucrania y a Zelenski son dos de las cuestiones más problemáticas entre ambas administraciones, pero no las únicas ni las más importantes, que llegan incluso al terreno personal.

Recordar que ya en la primera legislatura del republicano durante una cumbre del G-20 en Japón, Trump mando callar y sentar a Sánchez quien como el reelegido presidente norteamericano ni olvida ni perdona. Porque a pesar de sus aparentes diferencias doctrinarias, uno como líder del patrioterismo ultraconservador y el otro como aspirante sin causa a caudillo del frente contra la ultraderecha y la tecnocasta, ambos dirigentes muestran alarmantes similitudes de talante y en su actuación más propias de gobernantes autocráticos que de demócratas respetuosos con las libertades y el derecho.

Cuando Sánchez se enfrenta a Trump, confronta con su propio espejo. Arrogancia, soberbia, desprecio a la oposición y al Estado de Derecho, carencia de proyecto ideológico, ataques a los jueces, asalto a la división de poderes, colonización de las instituciones, desprecio al Parlamento, rechazo a los controles democráticos, falta de escrúpulos y pactos contra natura con los enemigos de su país. Todo para mantenerse en el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

Una suerte de populismo interesado, aderezado con indultos a la carta para amigos y correligionarios y un intervencionismo en la política que también se traslada a la economía, acompañado de una afición desmedida por el abuso de la fiscalidad, con la diferencia que mientras el americano, nos ataca con aranceles el inquilino de La Moncloa nos asfixia con impuestos.

Los dos muestran también una alta capacidad para fomentar la polarización social y para dominar y manipular el mensaje y el relato, convirtiendo sus engaños, que ahora llaman cambios de opinión, sus veleidades y sus incumplimientos del programa electoral

en nuevas oportunidades para afianzar sus ambiciones, culpar al adversario y seguir embaucando a sus votantes.

Por eso, apoyado en estas premisas y agotado ya el comodín de Franco, Sánchez se ha buscado ahora otro enemigo público para tapar sus escándalos, sus promesas incumplidas, sus ineficacias de gestión y sus pactos con golpistas, delincuentes condenados y herederos de los terroristas. Mientras comete un golpe de Estado contra la Constitución, la igualdad entre los españoles y el Estado de Derecho, cediendo al chantaje de los independentistas catalanes con una quita de deuda que pagaremos todos los españoles y con la cesión de las competencias sobre inmigración,  una cesión de carácter xenófobo, con consecuencias similares a las expulsiones de inmigrantes de Trump, y que como no oculta Puigdemont son un paso más hacia la segregación de España.

Y para completar el esperpento ahí siguen Vox y Santiago Abascal como principales aliados y jugando a tonto útil del sanchismo. Por si no fuera suficiente con sus giros hacia la extrema derecha integrándose en el grupo Patriotas por Europa que lidera el húngaro por Putin Viktor Orban, además de sus ataques al Partido Popular, ahora se apuntan a las tropelías arancelarias y antieuropeas de Donald Trump, mientras celebran como propios los resultados de Alternativa por Alemania (AfD) en las elecciones legislativas alemanas.

Como hemos repetido casi hasta la saciedad, si Abascal, sus colaboradores y sus voxtantes aman tanto a España como dicen lo mejor que pueden hacer es disolverse.

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