Tras las elecciones en Alemania, muchos de los partidos “de toda la vida” propugnan imponer un cinturón sanitario para reducir el papel de las emergentes fuerzas de extrema derecha, cuyos planteamientos muchos no dudan en calificarles de fascistas.
Por perversas que a algunos nos puedan parecer sus ideas, hay que constatar que tienen un peso importante en la sociedad, pero su aislamiento en la vida política puede ser una mala inversión para el futuro. Cabe recordar que Jean Marie Le Pen logró un sólo escaño en el Parlamento Europeo en 1984 y 1999 con su Frente Nacional y el Tribunal Europeo de Justicia se lo quitó en el 2003. Tras enfrentase con su hija, esta reconvirtió el partido en el Reagrupamiento Nacional y desde entonces esta formación no cesó de crecer, incluso espectacularmente, hasta el punto que las demás formaciones le aplicaron un severo cordón sanitario. Sus efectos se tradujeron en que en las elecciones generales del 2024 Le Pen ganara la primera vuelta y sólo la unión del resto de fuerzas para impedir su victoria dieron el primer puesto al Nuevo Frente Popular relegando a Reagrupamiento Nacional a la tercera posición.
Este preámbulo sirve para reflexionar que en los países de la Unión Europea, gracias o no de los asesores de Donald Trump, los diputados de formaciones de ultradercha en sus respectivos parlamentos son actualmente 1.390 que representan un 25,5% de los diputados, desde el 60% del parlamento húngaro hasta el 41% de la república checa, el 35% de Polonia, el 34% de Italia o el 25% de los Países Bajos, Letonia o Rumanía. En otros países la representación de la ultraderecha es menor, pero no por ello menos significativa. Los votantes de estos partidos suman más de 61 millones.
Además, la decisión de aplicar cordones sanitarios es muy desigual entre los miembros de los países de la Unión Europea. Los países nórdicos no han cerrado la puerta a gobiernos con los partidos populistas, mientras que Francia y Alemania sí que lo están impidiendo. En España el PP y Vox no se les caen los anillos para llegar a acuerdos, incluso después de romper los pactos gobierno en diferentes autonomías. Sin embargo, la formación de Feijóo comprueba que los radicales de Abascal le están comiendo espacio electoral y no pocas veces les fuerzan a radicalizar sus posturas, alejándose de sus iniciales planteamientos centristas.
Aplicar el aislamiento político de una cuarta parte del electorado es, por una parte, más que discutible y por otra puede propiciar su futuro crecimiento. A veces es mejor tenerlos dentro que tratar de marginarlos, máxime cuando ya han crecido significativamente. Es oportuno recordar la frase que la historiadora inglesa Evelyn Beatrice Hall atribuyera a Voltaire que rezaba “No estoy de acuerdo con lo que usted me dice, pero haré todo lo posible para que usted lo pueda decir”. Claro que esta afirmación es válida en democracia, en las dictaduras no hacen falta cordones sanitarios.
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