Sobre el estado de ánimo de Rosi La Loca poco podemos añadir, pero sobre el restaurante madrileño que lleva ese nombre, sí y mucho. Es el lugar perfecto para ir con alguien que tiene poca conversación, con un compromiso petardo y sobretodo con quien quieras divertirte.
Para empezar la decoración es colorista, abigarrada y pura fantasía, un chute de energía positiva. Luego, el espacio, que sin ser amplio, no resulta agobiante. A continuación, por la puesta en escena del servicio, que te atiende con amabilidad y que viste de antiuniforme. Luego, el emplatado de los alimentos en unos recipientes enormes con formas sorprendentes. Y como mezcla de todo, las cosas que ocurren mientras comes, lo mismo te echan las cartas, que te cantan o te hacen un juego de magia. Desafía tanto lo convencional, que te puedes sorprender comiendo junto a la presidenta de un gran banco español o del cantante internacional más seguido en Instagram, sí, tal cual.
Bajo la dirección del Chef Ejecutivo Javier Alfaro, la carta es un viaje que fusiona lo mediterráneo con guiños asiáticos, italianos y nikkei. La propuesta gastronómica sorprende en sabor y en sus presentaciones sobre cerditos XXL, osos panda juguetones, barcas humeantes o sobre pulpos con enormes tentáculos que apenas caben en la mesa.
Entre sus platos más aclamados están las Bravas Locas, que en 2023 arrasaron ganando el 2º premio en el IV Concurso Internacional «Una de Bravas», las enormes croquetas de jamón ibérico crujientes por fuera y cremosas por dentro de las que puedes comerte seis y pedir otras seis para seguir en casa, el tataki de atún, acompañado de una suave cama de alga wakame con su salsa teriyaki o la súper ventas, la tortilla al momento con trufa negra, elaborada con patatas LAYS. También el baocata de costilla de ternera, con pan bao de remolacha y costilla cocinada a baja temperatura que se deshace en la boca, todo aderezado con una salsa de verdura y mayonesa japonesa, y si llegas al postre, la tarta de chocolate es irresistible.
Lo mejor de todo son sus precios ajustados y que se encuentra en el centro de Madrid, a un minuto de la puerta del Sol, en una de esas calles que nunca podrías imaginar que encierra esa locura gastronómica, excéntrica, colorista y de buen rollo. Entras a saciar el apetito y dos horas más tarde, sales feliz.
«Hay que abrazar la locura, esa que nos impulsa a ser nosotros mismos sin condiciones ni prejuicios. Esta transformación es parte de nuestra filosofía: evolucionamos sin perder nuestra esencia», afirma Minerva Tapial, la encargada de que todo funcione como un lugar que activa las emociones y que sacia el apetito, presidido, a tamaño natural en estatua, por su creadora, Rosi la Loca.
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