La invitación cursada al Rey Felipe VI para participar en el acto inaugural de la conmemoración de la muerte de Franco, programado para el 8 de enero en el Museo Reina Sofía, más que una deferencia o un acto de respeto institucional parece más bien , por la fecha elegida, el fruto de una maquinación monclovita a sabiendas de que ese mismo día el Monarca tiene ya agendados compromisos oficiales incluyendo la recepción de cartas credenciales de varios embajadores, un protocolo diplomático inaplazable e indispensables para que los representantes diplomáticos puedan actuar en nuestro país.
De hecho, en esta ocasión, la entrega de credenciales se ha avanzado unos días para evitar tener que recibir al embajador designado por el dictador Nicolás Maduro, autodesignado presidente de Venezuela, que tratará de tomar posesión a la fuerza, el 10 de enero, a pesar de haber perdido las elecciones.
Una maniobra torticera porque Felipe VI no tiene necesidad de ratificar su compromiso con los principios democráticos, las libertades, la Constitución y el Estado de Derecho. Recordar que, por referirnos sólo a hechos recientes, durante su reciente discurso en el Parlamento italiano, el Rey destacó la importancia de no repetir los errores del pasado y abogó por la defensa de los derechos humanos, la igualdad y el Estado de derecho, valores que la democracia española ha consolidado en estos cincuenta años. O en su discurso Navidad en el que junto a su llamamiento a la serenidad, convivencia y bien común se reafirmó en la constante defensa del interés general y los valores y principios de la democracia liberal y de la Constitución como símbolo y garante de las libertades y la unidad de España.
Palabras y actitudes del Monarca que contrastan vivamente con la deriva autoritaria, la colonización de las instituciones, los ataques a la división de poderes esencia de la democracia y la polarización de la sociedad que jalonan la trayectoria y el proceder del inquilino que duerme en La Moncloa sometido a los deseos y caprichos de un delincuente fugado de la Justicia.
Eso, además a nadie con una mínima capacidad de análisis y entendimiento se oculta que todo este montaje del sanchismo, volviendo a resucitar el comodín de Franco no es sino una cortina de humo para intentar tapar los escándalos de las presuntas corrupciones o actividades delictivas que implican al entorno más íntimo, personal y político del Presidente del Gobierno.
Si Felipe VI decide acudir a algunos de los actos programados en esta romería franquista debe ser para reivindicar que la democracia, la prosperidad, el reconocimiento internacional y el desarrollo económico y social en España las trajo el Rey Juan Carlos I, impulsor y artífice de la Transición junto a la figura irrepetible de Adolfo Suárez. Un Rey que recibió todos los poderes del Estado a la muerte del dictador y que los entregó voluntariamente a la soberanía nacional, convirtiendo a España en una democracia liberal, garante de las libertades, respetuosa del Estado de Derecho y homologable con el resto de las democracias europeas y occidentales.
Transición que se forjó, además mediante la renuncia y la colaboración de todos los partidos políticos y de la voluntad, el trabajo y el sentido de Estado de hombres como el propio Adolfo Suárez, de Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Fernando Abril Martorell, Landelino Lavilla, Miguel Roca y tantos otros que, siendo profesionales de reconocido prestigio que abandonaron su actividad privada para dedicarse a servir a España. Una Transición que, en definitiva, contribuyó significativamente a la reconciliación y la igualdad entre los españoles. Justo todo lo que ahora algunos intentan olvidar y destruir.
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