“Dije en su día que la justicia es un cachondeo. Me reafirmo, ahora es peor” dijo el pasado agosto el exalcalde de Jerez Pedro Pacheco. Siguiendo con las frases me viene a la cabeza aquella que reclama que “la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino que además ha de parecerlo”.
La cúpula judicial española tiene la piel muy fina y difícilmente acepta las críticas o las denuncias sobre su independencia o imparcialidad de sus miembros. Los dos grandes partidos han evitado hasta hace poco poner en duda la fiabilidad de nuestro sistema judicial… Muchas de las sentencias judiciales han sido cuestionadas por la sociedad, sin embargo, hasta que los jueces no han imputado a la mujer del presidente, Begoña Gómez, a al hermano de Sánchez no han empezado a cuestionar el actual funcionamiento de las altas esferas judiciales. Ahora ya hablan de connivencia entre algunos jueces y el PP y no admiten que se cuestione la independencia judicial, la imparcialidad y se aferran a la división de poderes para reclamar que no se cuestione su trabajo.
Nadie señala que curiosamente en las votaciones la división de los jueces acostumbra no sólo a votar en bloque, sino que estos bloques están coinciden generalmente con los intereses del grupo político que los ha propuesto, que determinadas querellas se admiten o no según el sesgo político del juez de turno, que hay una guerra entre partidos para cubrir los puestos de la cúpula judicial y del resultado de la misma se acostumbra a plasmar en las sentencias. Es evidente que el color de la sentencia puede ser de un color u otro según la mayoría del momento. Sobre todo cuando algunos pretenden controlar a la cúpula judicial “por la puerta de atrás”.
Les guste o no a los jueces, con razón o sin ella, su actividad está muy desprestigiada en la sociedad española y como se sabe la confianza en las instituciones no es un cheque en blanco sino que se gana cada día con su actuación. Y motivos para ello los han dado por muchas notas corporativistas que denuncien que se les critique.
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