Hace algunos años la campaña navideña empezaba el día de santa Lucía, el 13 de diciembre. Era cuando se encendían las luces, se adornaban los escaparates, se incentivaban las compras y se concentraba en unos días un periodo de ilusión y de lo que se denomina el “espíritu navideño”.

Ahora parece que hay carreras para iniciar la campaña de Navidad. Desde Todos los Santos (el 1 de noviembre) los grandes centros comerciales y las entidades públicas preparan una larga temporada teóricamente planteada para generar un clima de concordia hasta el punto de convertirla en unas tediosas semanas destinadas al consumo hasta reconvertir estas fiestas en odiosas.

Son odiosas para los trabajadores de las grandes áreas comerciales que afrontan largas jornadas laborales sin días festivos, son odiosas para los pequeños comerciantes que su estructura de negocio no les da para abrir los días festivos y los que lo hacen ven que las ventas que puedan realizar no les cubren los gastos. Son odiosas por la masificación que sufren los ciudadanos para ver el espectáculo de la ciudad iluminada y también son odiosas por las numerables comidas de empresa, lo que hace que muchos odien los entrañables villancicos con los que muchos comercios contaminan acústicamente la calle durante estas semanas

Estas largas precampañas lo desvirtúan todo y algunos hacen carreras para ser los primeros, para lograr el árbol navideño más grande y cuando aún no ha llegado la Navidad ya se preparan las rebajas de enero y la cuesta de febrero (paseando por tiendas uno tiene la sensación de que todo el año están de rebajas) o la campaña de verano porque piensan que “quien da primero da dos veces” y siempre estamos preparando unos nuevos acontecimientos para fechas más o menos lejanas.

Como decía el anuncio, “ya es primavera en…”