Aldama, jaque al César

27/11/2024

José María Triper.

Perded toda esperanza. Cierto que el horizonte del PSOE y del Gobierno cada vez recuerda más a la agonía final de la última legislatura de Felipe González. Cierto también que en cualquier democracia occidental cualquier jefe de gobierno democrático acorralado por la corrupción de su entorno y por el chantaje permanente de unos socios cuyo único objetivo es destruir las libertades y el Estado presentaría su dimisión irrevocable y daría la palabra a los ciudadanos en las urnas. Pero aquí, en la España de hoy y con el gobierno actual, como describe Dante a las puertas del Infierno, “Perded toda esperanza”.

Ni Pedro Sánchez tiene la nobleza, el sentido del Estado y el respeto a las instituciones y a los valores democráticos  de Felipe González, ni sus socios van a dejarle caer mientras puedan seguir exprimiéndole y les quede un solo objetivo por lograr, desde romper la igualdad y la solidaridad entre los españoles hasta el referéndum de autodeterminación y la libertad de los presos terroristas.

Tampoco la situación económica, que le costó la Presidencia a Zapatero, ha llegado al límite, encubierta por esa recesión silenciosa que todavía no termina de estallar la deposición del comisionista Aldama ahondan en una inseguridad jurídica y una inestabilidad política que, acompañadas del asalto fiscal y la incertidumbre laboral, inquietan a las empresas y expulsan la inversión con sus consiguientes efectos negativos sobre el crecimiento de la economía y el empleo.

Por eso no parece probable que, a corto plazo, Sánchez renuncie y convoque elecciones generales como haría cualquier otro gobernante democrático y demócrata. Necesita atrincherarse en La Moncloa para intentar defenderse y defender a su círculo más íntimo, personal y partidario utilizando todos los resortes del poder. Y sus socios de la Frankestein ya lo han dicho: le necesitan en coma, no muerto.

Recordar aquí las palabras del expresidente portugués Antonio Costa, cuando en noviembre de 2023 presentó la dimisión como jefe de un gobierno con mayoría absoluta ante la apertura de investigación en un caso de tráfico de influencias, corrupción y prevaricación en proyectos energéticos, por ser «incompatible» con la dignidad del cargo, y también con la dignidad política y personal. Presuntos delitos, los dos primeros similares a los que se investigan en el caso de Begoña Gómez, que no le afectaban directamente a él sino a algún ministro en su gabinete.

«La dignidad de las tareas de un primer ministro no son compatibles con ninguna sospecha sobre la integridad, el buen comportamiento y menos aún con cualquier tipo de acto delictivo», afirmó Costa en su renuncia. Palabras que contrastan vivamente con los que está sucediendo hoy en España donde asistimos a la agonía de un gobierno y de un presidente que aceptó ser investido por un delincuente fugado de la justicia y pactando con los herederos de una banda terrorista y que ahora se encuentra rodeado por el fango, y no precisamente el de la DANA de Valencia donde salió huyendo acoquinado dejando solos a los Reyes escuchando a los ciudadanos y que si encarnaron con entereza, servicio y dignidad la institución a la que representan.

Las declaraciones de Aldama han dado un jaque al César Sánchez y con él al gobierno y al partido que le sustenta y si presenta las pruebas que dice poseer y amplía ante la Fiscalía lo que todavía calla, es muy probable que el jaque pase a mate. Es lo que ocurre en las organizaciones cesaristas que si cae el César se tambalean los cimientos y se derrumba el edificio.

Y en esta tesitura, con Sánchez contra las cuerdas, el Partido Popular parece una vez más descolocado y sin una estrategia clara y contundente para asestar el golpe definitivo y acabar con un esperpento que, a la vista de lo que vamos conociendo tiene catadura de la mejor novela negra.

Como decíamos recientemente, mucho nos tememos que el final de esta historia lo van a escribir no los políticos, sino los Tribunales de Justicia. Al tiempo.

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