El primer martes de noviembre, siete estados (Pensilvania, Nevada, Wiscosin, Carolina del Norte, Arizona, Georgia y Michigan) son la clave para decidir el futuro del mundo. Por una vez, todas las encuestas coinciden en señalar no sólo que el voto de los estadounidenses de estos estados será quien decantará la balanza bien para Trump bien para Harris, pero que gane uno u otro el resultado será muy diferente para el devenir del mundo.

Las encuestas apuntan que la intención de voto para los dos candidatos en estos estados es de empate técnico, con el 48% por ciento de intención de voto para cada uno de los dos contendientes y las diferencias en favor de uno u otro son mínimas y entran dentro del margen de error de los estudios demográficos.

Si los sondeos aciertan, resultará que será decisivo el voto de un muy reducido número de indecisos para decantar la victoria de uno u otro candidato, dado que los votantes fijos parece que están asegurados. De todos modos, si a lo largo de esta campaña algunos ciudadanos aún no han decidido su voto es complicado para los contendientes buscar argumentos para que finalmente acudan a las urnas. No es de extrañar que tanto Harris como Trump centren la recta final de la campaña en multiplicarse en estos estados.

La campaña ha sido barriobajera sobre todo por parte del expresidente, pero sus exabruptos no parecen molestar a sus fanáticos seguidores. Es más, en caso de que una supuesta derrota en un recuento muy ajustado no sería de extrañar que, como ya ha amenazado, que no aceptara los resultados e invitara a sus seguidores a tomar la calle, como ya hizo hace cuatro años. Por otra parte, está por ver si muchos demócratas aceptan de buen grado que una mujer sea su presidenta.

No es extrañar que estos días queden en segundo plano los grandes conflictos mundiales y los pequeños internos de cada país. Netanyahu aprovecha estos días para intensificar sus masacres no fuera que una presidencia de Kamala Harris acabara con el ciego apoyo estadounidense a sus atrocidades. Por otra parte una victoria de Trump potenciaría la apuesta rusa en la guerra de Ucrania entre otros efectos colaterales no menos importantes.

El futuro del mundo depende de un puñado de votos.