Se proyecta con gran éxito en los cines de Catalunya la película de Marcel Barrena “El 47″. Reproduce la historia del secuestro de un autobús el 7 de mayo de 1977 para demostrar que el barrio de Torre Baró, dentro del distrito de Nou Barris de Barcelona, pese a la orografía, podían llegar los autobuses.
Torre Baró era un barrio ocupado por los emigrantes que construían sus barracas como Dios les daba entender. Está en medio de un montículo de la sierra de Collcerola y tuvo un fuerte movimiento asociativo que les hizo sudar para lograr que el Ayuntamiento de Barcelona – por aquel entonces presidido por José María Socias Humbert- les dotara de los mínimos servicios.
Las protestas de los vecinos, encabezadas por el comunista extremeño Manolo Vital, protagonizaron no pocas acciones que daban trabajo a las contundentes fuerzas del orden público. Pese a los palos, por la espectacularidad de sus acciones, fueron consiguiendo pequeños avances que mejoraban sensiblemente su nivel de vida. Con el tiempo, en 1977, el agitador vio reconocida su lucha con la medalla de honor del Ayuntamiento, pasando de villano a héroe.
La película la visionó en el cine Verdi madrileño el mismo Pedro Sánchez que a su salida destacó el importante papel que desempeñaron y desempeñan las asociaciones de vecinales.
Las palabras del presidente del Gobierno suenan a cínicas. Hoy en día hay muchos Manolos Vital y muchas asociaciones vecinales que luchan para evitar los desahucios a familias vulnerables, a las protestas del colectivo LGTBI, a la falta de servicios, a la expulsión de los vecinos a favor de los grandes tenedores, al deterioro del sistema público de la sanidad o de la enseñanza, el trato a los emigrantes… Pedro Sánchez cierra los ojos ante la dureza de la represión policial y la defensa acérrima de estas actuaciones que hace su ministro del Interior Fernando Grande Marlaska y su firme oposición a derogar la ley mordaza y el gran recorte de libertades que ha significado para los ciudadanos…
Dentro de unos años, las víctimas de sus protestas quizás también serán homenajeados por futuros dirigentes, les harán monumentos o podrán su nombre en una calle, pero se abstendrán de criticar la represión que en su día (o sea hoy) sufren los protagonistas de estas reivindicaciones.
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