¿Cuántas veces has pensado en dejar tu trabajo, pero no te has atrevido por miedo al «qué pasará»?
No es casualidad que miles de trabajadores estén frustrados, sientan que su tiempo no les pertenece o crean que hay algo mal en ellos cuando aquello que se supone que es lo máximo a lo que podían aspirar como profesionales las está hundiendo en la depresión. Y lo sé porque yo también he pasado por eso.
Lo cierto es que a los trabajadores por cuenta ajena nos han vendido bonitas ideas como «conciliación», “flexibilidad” o «derechos», argumentando que estamos en un mundo que nos tiene en cuenta y para el que importamos… Hasta que surge la necesidad de hacer uso de esos supuestos derechos y entonces comienzan los juicios, los peros, los silencios incómodos… Y, a veces, el despido.
Y es en ese momento cuando nos viene a la cabeza todas las horas gastadas para enriquecer a otros a costa de nuestro descanso, de nuestra familia y de nuestra salud. Todo el esfuerzo que hicimos para mantener un puesto que nos iba consumiendo poco a poco pero que no podíamos dejar porque… Bueno, ¿qué pasaría si lo hacíamos?
Hace unos días leíamos el titular “Los autónomos trabajan de media 24.000 horas más que los asalariados en toda su vida laboral” y yo, como espíritu emprendedor nato, sentí lo mismo que si una jarra de agua helada me cayera por encima. 55 horas semanales, 220 horas mensuales, 2.420 anuales que dan un total de 89.540 horas trabajadas a lo largo de una vida laboral de 37 años. Una barbaridad.
Y habrá quien lo celebre, por supuesto, porque no faltan aquellos que orgullosamente confunden “autónomo” con “empresario”, y bien es verdad que todo empresario ha tenido que iniciar un camino profesional de manera autónoma, pero de lo que siempre nos olvidamos, especialmente los legisladores, es de que el autónomo solo es un trabajador lo bastante valiente como para edificar una isla en medio de un mar de tiburones. El autónomo es un creador nato, no un enemigo al que destruir. Sin embargo, vemos una vez más como las facilidades que poco a poco van recibiendo los trabajadores por cuenta ajena nunca llegan hasta los trabajadores por cuenta propia.
Emprender en España nunca ha sido fácil, pero en estos últimos años se está convirtiendo en una auténtica pesadilla y, más allá de que los números encajen mejor o peor, y que pagues en tiempo y forma, tengas ingresos o no, las abusivas cuotas para poder abrir tu pequeño negocio un día más (pagar por tu derecho a trabajar… Me rechinan los oídos), es una realidad que también afecta a estos trabajadores a nivel emocional y psicológico. Un tema, el de los riesgos de una jornada laboral excesiva y desregulada, sobre el que la misma OMS se ha pronunciado.
A veces las creencias que nos han inculcado desde pequeños, los miedos, las limitaciones que nos autoimponemos hacen que tengamos miedo a triunfar y nos creemos que no hay otra alternativa más que lo malo conocido, más que volver a enviar el CV con la esperanza de que alguna empresa decida contratarnos… Pero no es culpa nuestra. Solo es el resultado de una mentalidad que busca lo inalterable y cambiar esa deriva tan pesada es difícil, incómodo, molesto.
Pero muy necesario.
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