El león está dormido

11/09/2024

Josep M. Orta.

¡Que lejos quedan los Once de Setiembre cuando el nacionalismo catalán movilizaba millones de personas e incluso realizaba una impresionante cadena humana que unía las dos puntas de Barcelona! ¡Que lejos queda la ilusión colectiva que propició el referéndum del 1 de octubre! La Diada de esta semana ha pasado sin pena ni gloria en cuanto a movilizaciones populares y con las formaciones nacionalistas fuera de los órganos de poder, en plena crisis internas y sin un claro proyecto de futuro.
Los discursos del flamante presidente de la Generalitat lo podía haber realizado cualquier otro presidente de una comunidad autónoma. Hizo referencia a los problemas cotidianos (vivienda, inseguridad, inmigración, educación… obviando cuestiones identitarias (salvo ligeras referencias a la lengua) y evitando hablar de pacto fiscal o silenciando, por supuesto, el tema de la amnistía y las actuaciones judiciales-
Pedro Sánchez quizás presumirá una vez más que ha desarticulado el movimiento separatista y que ha devuelto la paz en Catalunya. Es evidente que la situación ha cambiado, pero la crispación se ha trasladado al interior de los partidos nacionalistas y a sus internas guerras cainitas, una situación que se resolverá – o no- en los congresos que tanto ERC como Junts tienen previstos para este otoño y que han propiciado la desafección de buena parte de la sociedad catalana que en su día se sintió identificada con sus planteamientos y que se ha sentido traicionada por el mal uso que han hecho del papel decisivo que sus formaciones tienen en el Congreso.
Sin embargo, sería muy aventurado diagnosticar que el problema está resuelto. Los más de dos millones que comulgaron con estos planteamientos se han encerrado en sus cuarteles de invierno esperando tiempos mejores, nuevos liderazgos que les vuelvan a ilusionar, que no olvidan ni la represión policial del día del referéndum, ni la guerra sucia y por supuesto la posterior actuación judicial con su peculiar interpretación de las leyes y su desafío al resto de poderes del Estado.
Podría deducirse sin demasiado riesgo a equivocarse que el “león está dormido” y haría bien Pedro Sánchez y Salvador Illa en no despertarlo.

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