La formación es el proceso de aprendizaje que nos conduce desde la dependencia absoluta en la que nacemos hasta la autonomía personal. Hasta adquirir la capacidad para gestionar nuestras vidas y administrar nuestros recursos.
Formarse, adquirir capacidades y habilidades laborales y sociales. Dotarse de valores y principios, adquirir compromisos. Cosas que no se aprenden sólo en un colegio, en un instituto, en una universidad. Se aprende en familia, en la calle, en los grupos sociales en los que nos movemos.
Lo llamamos educación, formación, ya sea inicial, o permanente. Un proceso que dura toda la vida y que ha ido cambiando profundamente a lo largo de los últimos años, debido a la alta demanda de estudios técnicos que ha disparado, a su vez, la demanda de Formación Profesional (FP).
La Formación Profesional se realiza en centros públicos y en privados. Estudios de Grados Medios, Superiores, Certificados de Profesionalidad, estudios informales. Tal es la demanda, que en Comunidades como Madrid o Cataluña, las solicitudes de formación profesional que quedan desatendidas se cuentan por decenas de miles.
–En Madrid no estudia quien quiere, sino quien puede, titula un medio al hablar de la cada vez mayor influencia de los fondos buitre en la Formación Profesional de la región capital.
Las administraciones, en todos sus niveles, desde el Estado hasta los Ayuntamientos, pasando por las Comunidades Autónomas, deberían cubrir estas nuevas necesidades. La Formación Profesional debe dejar de ser tratada como la opción educativa quienes fracasan en las enseñanzas obligatorias.
Es un intento que se ha realizado en varias ocasiones, pero nunca se ha llegado hasta las últimas consecuencias. Nunca se ha hecho realidad, nunca ha llegado a buen puerto. El 56% de los jóvenes alemanes estudian una Formación Profesional, independientemente de que más tarde una parte de los mismos curse estudios universitarios.
En España este porcentaje no llega al 35%, pese al crecimiento espectacular que ha experimentado la FP en los últimos años. Es cierto el esfuerzo realizado para potenciar la FP. Es cierto que existe un debate muy importante sobre la FP Dual, siguiendo la experiencia y el modelo de Alemania. Esa formación dual que combina aprendizaje en el centro educativo y en la empresa.
Intentos como la Ley de Formación Profesional que pretende avanzar por este camino. Más tiempo en la empresa, más presencia de la empresa en el centro educativo, Tutores profesionalizados en los centros de trabajo, mayor vinculación de los planes educativos al territorio y a la empresa. Pero del papel a la realidad hay mucho camino por delante.
Los centros educativos no pueden ponerse, en exclusiva, al servicio de las necesidades de las empresas. Ni tampoco podemos tolerar que algunas empresas de formación terminen produciendo una oferta formativa que tiene muy poco que ver con las necesidades reales, sino con sus intentos de optimizar las inversiones realizadas, sus beneficios empresariales.
Se ha producido una distribución artificial de familias profesionales, de forma que la enseñanza privada ha crecido mucho en especialidades que requieren poca inversión, como sanitarias, o imagen y sonido, comunicación, deportes y actividad física, mientras que los centros públicos invierten en una formación más cara, como química, artes, energías renovables, medio ambiente, hostelería.
No es fácil acertar cuáles van a ser las cualificaciones futuras más demandadas, qué empleos desaparecerán y cuáles otros, aun desconocidos, van a aparecer. Sí parece que la Inteligencia Artificial, el internet de las cosas, la robótica, la fabricación aditiva, la biología sintética, o los materiales inteligentes producirán cambios muy importantes en nuestras vidas.
Son tan profundos estos cambios que aún no tenemos las respuestas a los problemas que han surgido, pero todos somos conscientes de que en la transformación que vivimos la formación de las personas va a jugar un papel determinante.
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