Menudo papelón

09/08/2024

J. M. Miner Liceaga.

Menudo papelón. Lo estaban buscando por tierra, mar y aire y se presentó a la carrera frente a un atril para disfrute de unos minutos de gloria y cerrar con un viva a Cataluña libre.

Una libertad, desde luego, bien entendida, porque él fue el primero en ir en busca de la suya propia, no fuera o fuese a ser llevado de veraneo o al juzgado o a la trena…

La cosa suena a pitorreo, a tinglado pensado, sopesado, meditado, analizado y puesto en marcha desde arriba; desde muy arriba. Lo primero era la toma de posesión; que nadie enturbiara o pudiera alterar el acto institucional que iba a llevarse a cabo minutos después.

Y a partir de ahí, mucha paz y mucha más gloria. Gloria bendita que diría alguno de los asistentes. Asistentes a los que la euforia les duro mucho menos que un telediario. A muchos se les llenó la boca con el ¡presidente, presidente…! (ellos lo dijeron en catalán, se presupone por aquello de que la lengua materna es determinante, se entiende) pero el president tomó las de Villadiego y a saber -cuando esto se escribía- donde estará pasando las vacaciones veraniegas.

Bochornoso. Como ha dicho el maestro Herrera, solo ha faltado que le pusieran a su disposición el Falcon, el presidencial, por supuesto para retornar a destino. Casi toda España pendiente del cómo y cuándo le iban a parar el seco y resulta que se pasea tranquilamente por las Ramblas -es un decir-, duerme en la Diagonal -es otro decir- y suelta un pastiche de discurso preparado y ni el titular del Ministerio de turno, ni el encargado de la limpieza de la comisaria -es otro decir-, se enteran de que hay una orden pendiente de ejecución…

Señor, señor… ¿adónde hemos ido a parar?  Al pozo de los ridículos. Por tierra, mar y aire estaba previsto que le buscaran y encontraran y el resultado ha sido de un corte de dos orejas y rabo. La plaza, “abarrotá” y el personal, concluido el espectáculo, se ha tenido que retirar a casa sin conocer el final, defraudados y sin atisbos de recuperación.

No se sabe aún si muchos ideales habrán quedado tirados y pisoteados por las calles de la ciudad o en torno a una mesa camilla con la inclusión del cuñado, que dicen suele jugar casi siempre a la contra. Habrá que redoblar la fe para añorar siquiera su regreso y la posibilidad de que alcance de nuevo, que no, el sillón que abandonó por iniciativa propia y con poca elegancia.

Tal vez sea un desenlace anunciado, pero habrá que reconocer que por el bien de Cataluña y de España misma el sacrificio ha merecido la pena(¿?)… eso sí: si somos como 47 millones de personas es muy posible, e incluso probable, que el noventa por ciento o más estemos de acuerdo en que no nos merecemos estar regidos por gentes con muy pocos escrúpulos.

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