No hace muchos años, cuando el pequeño comercio sobrevivía con una cierta comodidad, el mes de agosto era una tortura para los urbanitas. Había que buscarse la vida para abastecerse mientras deambulaba por una ciudad inundada de carteles con el sonsonete “cerrado por vacaciones”.

Hoy los grandes supermercados y las compras informáticas ha acabado con la tediosa tarea de buscar comercios abiertos porque el pequeño comercio, el familiar de toda la vida, el que conocía a sus clientes, está en vías de extinción. Los nuevos hábitos comerciales lo están condenando a muerte y el precio de los alquileres de estos locales se han disparado de tal forma que “la caja” no de para mantenerlo abierto.

Paseando por Barcelona (y supongo que no es un caso excepcional) encuentras mil y un comercio con las persianas bajadas, unos ponen el cartel de “cerrado por vacaciones” e indican la fecha en que reanudan su servicio, otros se limitan a poner el inquietante rótulo de “cerrado por vacaciones” con lo que dejan en el aire la posibilidad de que este comercio sea uno más de los que no vuelvan a abrir, bien por la edad de los propietarios, por los impuestos municipales y las pocas facilidades que el ayuntamiento da para mantener el negocio o porque hay agresivos emprendedores extranjeros que se lanzan a la aventura comercial con negocios como mínimo atípicos, pero que inicialmente pueden afrontar nuevas aventuras empresariales que normalmente tienen una vida efímera.

Por otra parte, la ciudad está inundada de locales con sus correspondientes grafitis en la ciudad y que lucen el cartel de “Se alquila” y por el estado que se encuentra este rótulo el cartel parece añejo. Finalmente, hay locales cuyos dueños anuncian su cierre por jubilación, ni sus hijos ni los empleados han querido continuar con un negocio en declive y afrontar la dura competencia de poderosas multinacionales.

Y este retrato se hace en un momento que el común de los mortales considera que la situación económica del país es más que satisfactoria pese a lo que vocifere una extrema derecha, pero parece que en este nuevo sistema económico el pequeño comercio no tiene espacio.

Ante las persianas bajadas que inundan este mes de agosto, la gran pregunta es cuántas volverán a abrir el próximo setiembre.