Estaba de cháchara con un grupo de altos cargos de empresas significativas y comentaban su trayectoria profesional y sobre todo la evolución de las nuevas incorporaciones en estos puestos. Incluso hablaban con una cierta admiración de la filosofía que imperan en sus nuevos compañeros, ellos que ha dedicado con cuerpo y alma durante toda su vida a cultivar su vida profesional.

Ahora descubren que las nuevas incorporaciones tienen otras prioridades que no eran las que tenían ellos. Son personas muy preparadas y muy eficientes en sus responsabilidades, pero defienden que su vida laboral sólo es una parte de su vida y hay otras partes que antes se olvidaban como es la familia, el ocio… y que las guerras cainitas que en otras épocas se entablaban para buscar promocionarse en la empresa ahora la obvian, “si te toca bien, si no también”.

Estos jóvenes consideran que durante su jornada laboral han de rendir al máximo, pero esto sólo es una parte de su vida y además del horario laboral tienen en su vida otros horarios que también tienen que cumplir rigurosamente y lo hacen. Se acabó aquello que se entraba a la oficina una determinada hora y nunca se sabía cuál sería el momento de acabar la jornada y si te necesitaban un fin de semana o cambiar a última hora las vacaciones, lo hacías. En cambio, para estos chicos sus horarios en las diferentes actividades a las que invierten su tiempo son sagradas y ha de pasar algo muy gordo para romper sus principios, por qué la vida también está en otra parte.

Y lo que más sorprendía a mis amigos es que con la actitud de sus nuevos colegas toda la maquinaria empresarial como mínimo funciona igual que antes, si no mejor y que los responsables saben en qué horas pueden contar con sus empleados y en cuáles no se les puede molestar. Esos chicos, de alguna forma, también han educado a sus superiores y racionalizado la actividad empresarial y han aprendido que el móvil no lo pueden utilizar fuera del horario laboral para verdaderas emergencias y no para cualquier tontería.