Acudió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a informar al pleno del Congreso de los principales acuerdos en la UE tras las elecciones europeas del 9 de junio y de algunas medidas que han dado en llamar de “transparencia y regeneración democrática”. Nada más emprender su primera intervención, de una hora, manifestó su rechazo a la violencia machista y expresó su solidaridad con las familias de las mujeres asesinadas en los últimos días. Reclamó, y obtuvo del PP, la unidad para renovar, ampliar y ejecutar el pacto contra esa terrible criminalidad. Luego describió la situación socioeconómica de España en términos muy positivos, con una economía fuerte, una balanza comercial muy favorable, una creación de empleo formidable y un gran avance en la tabla de los países con democracia plena tras el acuerdo que pone fin a los cinco años de “secuestro” del Consejo del Poder Judicial por parte de la derecha política. “Si a esto añadimos la pujanza del deporte español”, dijo en referencia a los éxitos de las selecciones femenina y masculina de fútbol, amén de otros deportes, “España vive uno de los mejores momentos de su historia”.
Ese triunfalismo inicial provocó protestas en los escañiles de la derecha. “Protestan por todo”, dijo. Y ya en referencia a las instituciones europeas valoró el pacto entre conservadores, socialdemócratas y liberales que ha permitido renovar el mandato de Úrsula Von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, elegir al portugués Antonio Costa para la presidencia del Consejo, renovar la confianza en la maltesa Roberta Metsola para dirigir el Parlamento Europeo y en fin, relevar al español Josep Borrell como alto representante de política exterior y de seguridad de la UE. Sánchez elogió la coherencia y firmeza de Borrell contra la invasión rusa de Ucrania y contra las masacres del gobierno israelí de los palestinos en Gaza. El presidente español aseguró que la UE mantendrá su acuerdo de apoyo a Ucrania (“nuestro país ha acogido a más de 200.000 refugiados ucranianos”, dijo) y su respaldo al pueblo palestino. Ya en la segunda intervención, se refirió al reconocimiento del Estado de Palestina al tiempo que aludió sin mencionarlo al jefe de la ultraderecha española, Santiago Abascal, por acudir al mismo tiempo a agasajar a Netanyahu, cuyo nombre, como criminal de guerra, tampoco mencionó.
Quiso enfatizar Sánchez la importancia del pacto europeo para frenar a una ultraderecha que ha crecido un 40% en los últimos comicios y se ha presentado con casi 200 representantes en el Parlamento Europeo. “La política del odio y las mentiras sigue avanzando”, dijo, pero el pacto europeo ha sido un mensaje claro no sólo en la segunda vuelta de las elecciones generales en Francia sino también en Reino Unido. Para el presidente español ahora queda más claro que nunca que “quienes blanquean y empoderan a la ultraderecha están traicionando a Europa”. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo no se consideró aludido y se limitó en su réplica a recordar que quedaron dos puntos por encima de los socialistas. De la agenda europea hasta el final de la década Sánchez destacó los retos de la seguridad frente a los ciberataques contra empresas e instituciones, la competitividad y la democracia.
Luego ya, en materia interna, aunque sin desmarcarse de la UE, anunció varias reformas para aplicar el Reglamento Europeo sobre medios de comunicación social, respaldado por las tres grandes fuerzas y las minorías progresistas (“todos menos la ultraderecha”, dijo). Leyó incluso los artículos que exigen transparencia sobre el capital, los accionistas y los ingresos de los medios de comunicación, impulsan la independencia, exigen pluralismo y protegen el derecho a la información veraz. “Se trata de evitar –dijo– fraudes públicos mediante la publicidad y financiación institucional y de que no haya partidos que compren la línea editorial”. La aprobación parlamentaria del Reglamento exigirá además la reforma de la Ley de Publicidad Institucional y la ampliación de las facultades de la Comisión del Mercado y de la Competencia para sancionar las desviaciones.
Si Sánchez quería debatir estos y otros asuntos, entre ellos, el pacto sobre inmigración, con una lectura positiva frente al espantajo del miedo de la extrema derecha (Abascal afirma que los inmigrantes ilegales roban, matan, violan, hunden los salarios, destrozan la sanidad, la educación, son ajenos a nuestra religión y lo que es peor, pueden ser terroristas de la yihad o guerra santa) y a las exageraciones de la derecha extrema como la famosa propuesta de Miguel Tellado de emplear a la Armada contra las pateras, el PP se mostraba renuente. Tanto que para Feijóo los planes del presidente del Gobierno “son otra milonga”, pues lo importante, según dijo, ocurre en los juzgados, con “la injerencia rusa en el procés, con su mujer y su hermano en sede judicial –por eso ha venido aquí– y con su fiscal del Estado investigado por revelación de secretos. Y lo que es peor, usted se propone castigar por ley a los medios de comunicación”. Más pedregoso Abascal llamó directamente “corrupta” a la esposa del presidente.
Así las cosas, y con la intervención de la dirigente de Podemos Ione Belarra contra el pacto de renovación del Consejo del Poder Judicial, se quejó Sánchez: “Sólo han aportado ruido. Aunque bien mirado tiene una ventaja: gritan tanto que ya no se les escucha”. E intentó aclarar si la ruptura de Vox con el PP en los gobiernos autonómicos, que calificó de “buena” y “extraordinaria noticia” abre un tiempo nuevo en el PP, sin ataduras con la extrema derecha. “¿Su ruptura con Vox es una riña de verano o algo definitivo?”, inquirió sin obtener respuesta. Luego, ante el rechazo de Feijóo del reglamento sobre medios de comunicación, respaldado por su grupo en el Parlamento Europeo, Sánchez tuvo que recordar la trayectoria de control y censura del gobernante gallego. O sea.
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