En un comunicado sin preguntas -tienen alergia a la prensa, sus sistemas de comunicación se mueven por otros parámetros – VOX ha anunciado que rompe sus acuerdos de gobierno con la formación de extrema derecha con la que gobernaba en cuatro comunidades y en una quinta tenía acuerdos de gobierno.

VOX tiene una ideología clara, aunque sus planteamientos dudosamente democráticos a algunos nos haga temblar. El PP, con sus sueños de llegar a La Moncloa, está dispuesto a todo y se ve arrastrado por los radicales y contundentes políticas que le impone el partido de Abascal. En esta ocasión el abrazo del oso lo da el partido pequeño y los populares han caído en la trampa. Les ha ganado en los apoyos internacionales y les ha roto el supuesto papel de centroderecha moderado que aseguran defender en sus mítines para arrastrarles a mantener posturas muy radicales, muchas veces en contradicción con la política de la formación. En medio un Feijóo tan dubitativo y zigzagueante que ha quedado prisionero de VOX. Incluso, como le aconsejó Pedro Sánchez, no ha sabido romper con esta formación e incluso ha dejado la iniciativa de esta ruptura cantada a sus antiguos socios.

La política sobre la emigración, los colectivos LGTBI, la violencia de género, la ley la memoria histórica se las ha impuesto VOX, así como la censura y los acuerdos que han tenido que votar por imposición de los consejeros o concejales de la formación de Abascal les aleja mucho del carácter centrista y moderado que Feijóo pregona en sus mítines.

VOX sabía que sus pactos no daban más de sí y en un momento que la coyuntura internacional parecía favorecerle ha hecho una inversión de futuro y por ello ha hecho esta inversión de futuro porque la extrema derecha que representa el PP le ha parecido demasiado moderada para permitir seguir creciendo con su radicalismo. Ahora veremos como se resitúa el partido de la calle Génova y como juegan los barones de la formación. El partido se está jugando.