Lamentamos las cosas cuando ya no tienen solución. Mal hecho. Si no tragásemos con lo que nos echan hipnotizados por una pasividad colectiva y una autocomplacencia destructiva algunos controvertidos acontecimientos podrían evitarse. O suavizarse. Ahora todos despotricamos sobre el jeta redomado de Urdangarín y muchos en la capital andan golpeando su mollera contra el hormigón por el nombramiento de la flamante alcaldesa. Pero señores, todo tuvo un origen que pasamos por alto: en España triunfas según a quién conozcas y no acorde a tus méritos.
Hace varios años que en las altas esferas era bien sabido que el yerno real andaba mangoneando a diestro y siniestro -si bien es cierto que no se alcanzaba a conocer en todo su esplendor el grado de desfachatez ahora revelado ante la luz pública-. Y no olvidemos que estos negocios se llevaron a cabo porque otros los pagaron. ¿Con qué fines, motivaciones y expectativas? Todos hicieron la vista gorda y la Casa Real con su máximo responsable a la cabeza, lejos de denunciar en aquel entonces sus fechorías -como hubiese sido de ley- resolvió enviarle lejos a ver si manteniendo al golfo en un retiro dorado capeaba el temporal. La Justicia es igual para todos según quiénes, pues. El “señor” Duque de la noche a la mañana pagó un palacete ¡de más de mil millones de las antiguas pesetas! y la única mención ante semejante acontecimiento -cuanto menos anormal- fueron las imágenes a todo color de la nueva a propiedad en ese “Hola” venido a menos. Su esposa debía pensar que los billetes se cosechaban y recolectaban en el huertito de Pedralves a una velocidad tal que harían palidecer al mismísimo milagro de los panes y los peces. Para rematar nos encasquetaron el golpe maestro: sueldazo estratosférico más beneficios sociales descomunales en Telefónica. A un tipo sin experiencia previa en una compañía cuyos procesos de selección para puestos de responsabilidad son una gymkhana de conocimiento, formación de élite, pruebas de idioma y capacidad probada en la alta gestión. ¿Cuántos aspirantes con trayectorias profesionales infinitamente superiores a la de Urdangarín jamás alcanzarán mediante su valía personal lo que el yernísimo logró por influencia real? Ninguno. Pero nadie protestó y de aquellos lodos vienen estos barros. ¿Cuántos políticos que han dedicado su vida al servicio público conseguirán cargo de relevancia? ¿Cuántos la alcaldía de la capital de España? ¿Y cuántos lo conseguirán sin trabajar desde las bases, no habiendo gestionado ninguna administración de referencia, sin demostrar ser mejor que los adversarios políticos y sin pasar por las urnas como cabeza de lista? La mujer de Aznar. Y esto es así le pese a quien le pese. Trayectoria política previa: delegada de medio ambiente y unas intervenciones épicas para el choteo general. Que no vale denunciar a la esperpéntica Aído por alcanzar ministerio vía padrino bautismal –Chaves– y justificar a Botella consiguiendo la alcaldía por salvoconducto matrimonial. Tiene legitimidad democrática pero no ética. Cierto es que está estipulado en el procedimiento establecido y que así es la democracia -tenemos otros antecedentes como Barranco o Griñán al que por cierto Arenas se jartó de recriminarle no pasar por las urnas-. Sí y no. Es la democracia de las listas cerradas. Si en la dichosa lista el número dos hubiese sido el Pato Donald, ahora empuñaría el bastón de mando capitalino. ¿Cuántos votos depositados a Gallardón irían a Botella? ¿Cuántos de los personajes que nos imponen en una lista cerrada obtendrían cargo si tuviesen que ganarse el voto persona a persona? Ya ni hablamos alejados del paraguas de unas siglas… Y hoy nadie se va de rositas. Responsabilidad también tiene el que la colocó de número dos y el que lo permitió sin rechistar que fue el beneficiario de un dedazo histórico del ahora alcalde consorte: Aznar. Esa es la madre de todos los corderos: la falta de democracia interna de los partidos en general y del PP en particular.
Cuando la señora Botella obtenga una victoria en las urnas como cabeza de lista y el heredero Borbón sea refrendado en un referéndum serán poseedores de una legitimidad plena, libre de toda sospecha: la credibilidad en las instituciones garantiza la fortaleza del sistema democrático.
Twitter: @CarmelaDf
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