¿Qué pasaría por la cabeza de Hipatia de Alejandría, precursora de la ciencia -disciplina reservada durante miles de años a los hombres- si pudiese conocer que dieciséis siglos más tarde, otra mujer, Marie Curie, se alzaría por dos veces con el premio más prestigioso del planeta, los Nobel de Física (1903) y Química (1911)? ¿Qué opinarán nuestras hijas y nietas -gobernadas en España por una Presidenta- sabiendo que doscientos años antes la rebelde Clara Campoamor movilizó a la sociedad para que sus congéneres alcanzasen el derecho al voto?
El rol de la mujer contemporánea es cada vez más relevante. La exitosa y determinante participación femenina en la política, los gobiernos, los mercados, las artes, las ciencias, rubrican con firmeza un porvenir más ecuánime. La lucha de las mujeres del mundo por conquistar sus derechos se ha llevado a cabo con inteligencia, pero sobre todo con persistencia, anteponiendo nuestros intereses a férreos impedimentos, a diferencias ideológicas, culturales y generacionales. Las naciones más poderosas cuentan entre sus líderes con extraordinarias mujeres: aunque ya es frecuente encontrar féminas dirigiendo corporaciones mundiales, guiando con sus descubrimientos el rumbo de la ciencia o contribuyendo al desarrollo de sus sociedades, aún tenemos que capear diarias e injustas zancadillas. Como tener que demostrar permanentemente la valía en trabajos de responsabilidad, justificar por sistema una soltería elegida, desigualdad de oportunidades reales a pesar de igualdad de derechos, cuestionar la decisión de renunciar a la maternidad, acceder a cargos por cuota y no por mérito, deber demostrar aptitudes cuando a ellos se les reconocen virtudes sólo por nombramiento, copar titulares sobre el acceso al poder de una mujer por su género y no por su capacidad, castigar con palabras o actitudes implacables a las que destacan o reclamar disculpas por tener iniciativa y criterio propio. Rechazo el feminismo tanto como el machismo porque creo en las personas por encima del género, pero ello no implica renunciar a defender la parte que históricamente se ha visto más desfavorecida: nosotras.
Durante las últimas décadas nos hemos beneficiado de la determinación de pioneras valientes que contribuyeron a cambios significativos: Coco Chanel revolucionó la moda adaptando prendas del vestuario masculino, reclamando una mujer exenta de ataduras y rigideces, moderna, actual, decidida; Virginia Woolf desbordando ingenio desde su literatura, demandó una y otra vez la libertad y la independencia de las féminas; Teresa de Calcuta, inmensa, puso de manifiesto al mundo entero de lo que es capaz la generosidad y la perseverancia. Y otras tantas -millones de anónimas- colaboran diariamente con sus aportaciones para erradicar injusticias. En los países islámicos y en la mayoría de los que están en vías de desarrollo, la discriminación de la mujer es el mejor de los escenarios, porque la opresión o situación de cuasi esclavitud son una realidad. Sin dejar de nombrar la consecución de la total conciliación laboral-familiar y la desaparición de prejuicios machistas sobre la sexualidad femenina, incluso en la España del siglo XXI todavía existen tres circunstancias intolerables: la discriminación salarial, el maltrato y el techo de cristal en los verdaderos círculos de poder.
¿Qué pensaría la almeriense Carmen de Burgos, primera periodista española, si observase aterrada los modelos de mujer que promueven los medios de comunicación?Se dejaría llevar por una inmensa tristeza al comprobar que determinadas señoras acaben convertidas en algo parecido a una celebridad por el simple hecho de pasar por la vida de ciertos hombres existiendo brillantes científicas, escritoras, deportistas -damas talentosas en definitiva- que las pasan canutas cautivas de un ostracismo inmerecido. No deberían provocarnos fascinación personalidades anodinas o comerciantes de intimidades mendigando popularidad, y sí admiración profunda madres que tiran de escuadra y cartabón para compatibilizar milimétricamente un trabajo de responsabilidad con la educación de uno o varios hijos sin más ayuda que las de sus manos e ilusión, las mujeres que lucen sonrisa permanente en la dificultad para mantener intacto el ánimo de los suyos, las que se gradúan en matemáticas para llegar a fin de mes cubriendo las necesidades de su familia con economías limitadas, las que combaten aberraciones y pelean igualdad en entornos hostiles…Debemos obligarnos a introducir modelos sociales basados en trayectorias vitales valiosas.
Sea cual sea el camino que elijan las mujeres de nuestra generación, lo primordial es respetar sus decisiones e impulsarlas a que conquisten sus objetivos: ser empresarias, directivas, emprendedoras, artistas, políticas, madres -la maternidad hoy en día es una opción no una obligación- o todo a la vez. Tenemos la oportunidad de elegir. Lo conveniente es que cada cual siga lo que su corazón le pida: por encima de estereotipos o presiones sociales, el verdadero éxito es la felicidad de cada una.
Twitter: @CarmelaDf
PD: ¡Felicísima Navidad y un 2012 repleto de éxitos! Lo merecemos.
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