El “pico” de Rubiales a Jenny Hermoso, en público y ante las cámaras, merece una reflexión más profunda. Las palabras del presidente de la Federación justificando que “es un pico de dos amigas celebrando algo, no hagamos caso a los tontos y a los idiotas, si hay tontos que sigan con sus tonterías” transmiten con meridiana claridad que el máximo dirigente de la federación le parecía normal esta muestra de efusividad y no entendía (como se ha demostrado después) el alboroto que ha generado.
A mí me gustaría que el morreo del presidente sólo fuera un “pico en un momento de euforia”. Sería condenable, pero me temo que sólo son las ramas de un árbol más profundo. Si Rubiales actuó así en público es porque creía que sólo era una muestra de efusividad sin más trascendencia, sin pararle a pensar si su alegría era compartida por la otra protagonista. Ello nos lleva a preguntarnos si esta actitud se hace en público y sin el menor recato, ¿qué sucede puertas adentro, en los vestuarios, en las concentraciones…? y esta pregunta la podemos extender a muchas otras actividades.
El agresor incluso puede creerse en el derecho de tomarse determinadas libertades por su posición de superioridad mientras la víctima no siempre puede o tiene el valor de denunciarlo. Y una vez ha estallado el escándalo sería bueno que afrontáramos el fondo del problema gracias a la valiente actitud de unas jugadoras que ganaron un mundial, pero me temo que todo quedará en que Rubiales se considera víctima de una situación que no acaba de entender y que todo seguirá más o menos igual.
Cabe recordar el revuelo que hace unos meses se produjo por los insultos racistas que sufrió el jugador del Real Madrid Vinicius Jr. Muchas declaraciones, muchas muestras de solidaridad, muchas condenas al racismo, pero tanto en los campos de deportes como en la sociedad el racismo es el pan nuestro de cada día al que no es ajena la actividad policial o periodística. Pasada la tormenta la situación vuelve a ser la inicial y las promesas de tomar medidas caen en el olvido. En cualquier caso, gracias, Jenny y compañía por vuestra valentía, pero vuestra denuncia sólo son las ramas de una problemática mucho más arraigada y profunda.
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