Pedro Sánchez después de las elecciones ha tenido la habilidad de mandar a los suyos que se tomen unos días de vacaciones. De esta manera deja que afloren las pugnas internas de aquellos que se veían en La Moncloa y se han quedado con la miel en los labios. El silencio de los socialistas puede ser su mejor inversión para desgastar a unos rivales más que desconcertados y sin saber qué hacer y a dónde llevar al partido.
Si recapitulamos la historia quizás les aportemos algunas ideas. Alianza Popular empezó a tener aspiraciones reales de acceder al gobierno en el congreso de refundación celebrado en Sevilla la primavera del 1990, hasta entonces sus dirigentes se contentaban con tener el acta de diputado y hacer una liviana oposición. Tras el experimento frustrado de la presidencia de Antonio Hernández Mancha. Manuel Fraga encargó a José María Aznar que liderara un cambio radical en el partido y puso como norte llegar al poder. Bajo el lema “Centrados por la libertad”, con el cambio de nombre de la formación que a partir de entonces pasó a llamarse Partido Popular, empezó el gran cambio, primero de mentalidad y después de planteamientos. Con una revolución en sus dirigentes, incorporando caras nuevas y marginando no pocos barones, impulsando un programa abiertamente centrista y, a la fuerza ahorcan, aglutinando bajo sus siglas a casi todas las formaciones a la derecha del PSOE, empezó a poner las bases para erigirse en un serio rival de Felipe González y poco después lograr ocupar La Moncloa.
Atrás quedaron los pactos con Pujol, por que el buen gobierno de sus primeros cuatro años le dieron la mayoría absoluta. Prometió estar en la presidencia de dos mandatos y lo cumplió, aunque en el segundo, libre de los condicionamientos de la formación de Jordi Pujol, se olvidó del centrismo y viró descaradamente a la derecha. El que tenía que ser su sucesor perdió las elecciones por, una parte, la “cumbre de las Azores” y por otra por su obcecación de que ETA estaba detrás del atentado de Atocha. Tras dos mandatos del socialista Rodríguez Zapatero, el PP volvió al poder con Mariano Rajoy, que prácticamente vivió de rentas del camino de derechización del partido impulsado durante el segundo mandato de Aznar.
Con los populares fuera del poder en virtud de una moción de censura, este partido se quedó huérfano de ideología y empezó la etapa del “no a todo”, el boicot a la renovación de las instituciones, la descalificación del adversario y el judicializar la vida política.
Esta es la situación en la que nos encontramos. Ahora los populares digieren una derrota cuando se veían otra vez en La Moncloa acompañados de un partido de la extrema derecha fascista que ha impuesto su ideología en no pocos ayuntamientos y comunidades autónomas, transmitiendo que para los populares vale todo para acceder al poder.
Pasada la rabieta y una vez se hayan serenado los ánimos, parece urgente que el PP ha de poner al día su corpus ideológico, decidir si apuesta por ser un partido moderado para ocupar el centro derecha o se aproxima a los postulados fascistoides de VOX, si se puede contar con ellos en los temas de Estado o siguen practicando la actual política corrosiva, si continúan con sus políticas de restringir las libertades… En fin, para ellos internamente y para la ciudadanía en general sería bueno que el PP fijara una línea de actuación clara y no la sensación que transmiten ahora de “el poder por el poder”.
Ya lo hicieron una vez y les dio un buen resultado.
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