“La pereza del ganador es un caldo mortal”. Con estas palabras definía un destacado ex dirigente y exdiputado del Partido Popular el resultado de unas elecciones en las que la incuestionable victoria de Núñez Feijóo y los populares, que han aumentado en 47 sus escaños del Congreso, ha sacado 14 diputados más que su inmediato seguidor, resulta una amarga victoria porque es insuficiente para gobernar y para protagonizar el cambio que aventuraban todas las encuestas. Y esto, con el añadido de que a pesar de los números si hay un ganador moral tras los comicios ese ha sido Pedro Sánchez, que planteó estas elecciones como un plebiscito sobre su persona y ha desarrollado una campaña personalista, sin apoyo de los barones ni de la vieja guardia felipista. Y aun así ha conseguido aumentar en dos escaños los diputados que tenía, ha frenado la mayoría de la derecha y se ha consolidado como el líder de un partido socialista en el que muchos estaban esperando su derrota para defenestrarle.
Veredicto, el de las urnas, que abre un período de inestabilidad e incertidumbre en el que se normaliza que el gobierno de España puede estar en manos de quienes quieren destruirla y cuando lo que más necesita este país es estabilidad y un gobierno sólido y sin fisuras para restablecer la convivencia social ante el frentismo, regenerar las instituciones democráticas y cuando Bruselas ya ha avisado de que se acabó la fiesta de déficit y deuda y exige cumplir con las reglas fiscales y los compromisos para seguir recibiendo los fondos que nos faltan.
La tormenta perfecta que amenaza con hacer naufragar una economía en caída libre, donde todos los analistas y servicios de estudios anuncian que entramos en un segundo semestre muy difícil debido al frenazo de la economía mundial, las subidas de los tipos de interés y el escenario de una España ingobernable, con la imposibilidad de realizar unos nuevos Presupuestos del Estado acordes a una nueva realidad que exige ajustes y recortes a los que, evidentemente, no están dispuestos a apuntarse los socios populistas, comunistas, filoterroristas e independentistas de Sánchez en una posible reedición del gobierno Frankestein.
Regresión económica que apuntan ya indicadores como el PMI del sector servicios que ha caído 3,3 puntos en junio, su peor resultado desde enero, en línea con la caída previa a mínimos del año de la actividad de la industria manufacturera, y que está afectando ya a las empresas que, con Sánchez, han alcanzado el mayor número de quiebras desde 2008.
Una economía en la que la deuda pública ha aumentado en 37.500 millones de euros durante el sanchismo hasta alcanzar el máximo histórico del 113% del PIB. Donde la productividad está un 12% por debajo de la medida de la UE y en la que de los 37.000 millones recibidos de los fondos europeos sólo 6.000 han llegado a la economía real.
Y una economía en la que si miramos al mercado laboral vemos como Eurostat denuncia que hay un millón de parados ocultos, que incluso con los datos del Ministerio de Empleo el descenso del paro en el último mes ha sido el menor en un mes de junio desde 2008, que la afiliación a la Seguridad Social registra su peor resultado desde 2015 y, con una caída del 15,61% en la contratación que hace que la contratación acumulada en los seis primeros meses de 2023 registre 1,90 millones de contratos menos que en igual periodo del año pasado.
Y en este escenario, si España fuera un país normal, con políticos serios y con sentido de Estado, los dos partidos mayoritarios estarían negociando ya una gran coalición al estilo de Alemania, que, a tenor del resultado electoral, es lo que exigen una gran mayoría de la sociedad. Pacto de Estado para el que Feijóo ha tendido ya la mano pero con el Sánchez del “no es no”, que prefiere pactar con golpistas condenados, fugados de la justicia y con los amigos de quienes asesinaron a más de 850 españoles, incluidos muchos de sus compañeros de partido, hoy por hoy eso es imposible.
Rememorando a Cervantes y a su inmortal Don Quijote de la Mancha, a la vista de lo que tenemos y, sobre todo, de lo que parece nos espera, habría que decir que con la intolerancia y el fanatismo hemos topado y cosas veremos que nos harán helar la sangre.
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