Cuando una directiva de un club ratifica la confianza en su entrenador todo el mundo entiende que el afectado tiene sus horas contadas. Esta es la impresión que transmiten las declaraciones de los”directivos” del PP ratificando su respaldo a Alberto Núñéz Feijoo. Es más, este partido ha tenido una política tan zigzagueante que un día transmite la sensación de querer situarse en el centro derecha y otro pugna por pasar también por la derecha a la formación de Abascal.
El candidato más votado en estas elecciones, además, hace una interpretación muy sui generis de lo que es la democracia e incluso de la propia Constitución, retorciéndola aún más de lo que hace el propio Tribunal Constitucional con sus sentencias. ¿Dónde está escrito que el partido más votado haya de formar gobierno? Incluso el papel del Rey, que es quien encarga a un candidato a que se someta a la investidura, no tiene otro papel que consultar a todos los partidos con escaño, preguntarles si optan a presidir a la presidencia y en caso negativo si apoya a algún candidato de otra formación. Tras esta ronda y con las sumas consiguientes el monarca encarga que se someta a la investidura el candidato que tenga más opciones de superar este envite.
Otro problema es que con la actual situación del PP su «patriotismo” puede seguir dañando a las instituciones, por ejemplo en la renovación de los órganos judiciales que tiene paralizado el sistema judicial español. Esto sí que está en su mano, así como torpedear todas las iniciativas cuya aprobación requiera los votos de los dos tercios de la Cámara..
Vayamos con el otro aspirante a la presidencia. Pedro Sánchez dio la sorpresa gracias a la nefasta campaña en la última semana de los populares, la ayuda “inestimable” de las primeras decisiones que han tomado los cargos de VOX en autonomías y ayuntamientos que han puesto los pelos de punta a más de uno, y la firme decisión de los populares de pactar con ellos en caso de que los números lo hicieran posible ha propiciado a que muchos cerraran filas para impedirles llegar a La Moncloa.
El actual presidente en funciones tiene en sus manos lograr la investidura, pero sus actuales socios están muy resentidos por el trato que les ha dado ha cambio de su apoyo. Tanto el PNV como los nacionalistas catalanes han pagado en las urnas su respaldo en el Congreso y el incumplimiento de sus promesas. En Catalunya sólo la pugna caínita entre nacionalistas ha propiciado una gran victoria del PSC, que ha recogido buena parte del anticatalanismo de Ciudadanos y de una parte de Sumar (empezando por Ada Colau). De todas formas, y aunque muchos quieran “cobrar por adelantado” revalidarle el respaldo, esto parece factible.
La piedra en el zapato está en que necesita como mínimo la abstención de los siete diputados de Junts per Catalunya, la formación de Puigdemont, para lograr mantenerse en la presidencia. Los puntos de encuentro son mínimos, pero es trabajo de los estadistas hacer de la necesidad virtud y buscar fórmulas imaginativas que permitan no sólo la investidura de Pedro Sánchez si no poner las bases para encauzar definitivamente el problema catalán, desde un encaje distinto de Catalunya en España sin que se vulnere el artículo segundo de la Constitución, hasta poner fin a las actividades de las cloacas del Estado, las actuaciones de la policía y la justicia “patriótica” y la represión de los activistas catalanes en actuaciones que recuerdan otras épocas.
Está claro que estas negociaciones pueden levantar ampollas entre importantes sectores de la familia socialista, como en su día lo hizo la frustrada negociación del PP de Aznar con ETA (repásese la hemeroteca de lo que se decía aquellos días), pero las urnas y la necesidad hacen que Pedro Sánchez y Puigdemont tengan la gran posibilidad de encauzar durante mucho tiempo el llamado problema catalán.
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