Debates con fresa ácida

07/06/2023

José María Triper.

Sin tiempo, apenas, para reponernos, de la sorpresa del adelanto de las elecciones generales, Pedro Sánchez nos ameniza ahora la precampaña con una nueva extravagancia para lo que cambia el disfraz de feriante de tómbola, que tan mal le fue el 28-M, por el de saltimbanqui del circo electoral, proponiendo nada menos que hasta seis debates, uno por semana, y cara a cara a solas con Núñez Feijóo, que es quien de verdad no le deja dormir por las noches y no el espectro del oscurecido Pablo Iglesias.

Una ocurrencia esta de los debates que supone la ratificación incuestionable de que Sánchez ha convertido las elecciones democráticas en un asunto personal. Un plebiscito sobre su persona que es lo único que le importa, le interesa y le obsesiona. Además de que supone una contradicción, otra más, con su actitud durante la campaña de 2019 en la que se negó a debatir con Pablo Casado, entonces aspirante del PP. Claro que si a algo nos tiene acostumbrado el todavía Presidente del Gobierno es a la mentira y al cambio de opinión en función de como y por donde sopla el viento.

Pero con estas salvedades lo cierto es que debate sí. Pero en su justo término –dos son multitud- y, sobre todo, ¿para qué? Debatir en campaña electoral es, o debería ser, enfocar los problemas del país y de los ciudadanos, confrontar programas y propuestas, formular soluciones y proyectos. Algo de lo que Sánchez ha demostrado que ni tiene ni le importa, por lo que su concepto del debate son la demagogia, las descalificaciones, el insulto, la crispación, falsas promesas y el frentismo.

Por eso, debate sí, pero debate sobre los cuatro millones reales de parados, sobre  la pérdida del poder adquisitivo de los hogares españoles -un 5,1% la mayor de la OCDE-, sobre las colas del hambre, sobre los 13,1 millones de españoles en riesgo de pobreza y exclusión, sobre la deuda histórica del 113% del PIB, sobre la política fiscal, sobre un PIB que es el único de la UE que todavía no ha alcanzado el nivel previo a la pandemia, sobre la caída del 4% de la producción industrial de abril que es la mayor de los dos últimos años y confirma la ralentización de nuestra economía, sobre el aumento del 31% de las quiebras y suspensiones de pagos, o sobre el récord de 300.000 despidos en los cuatro primeros meses de este año.

Y debate para hablar también sobre el  centenar de violadores y delincuentes sexuales excarcelados y los más de mil que han visto rebajadas sus condenas por la ley del “Si es Si”. Sobre la aberración de la “Ley Trans”. Sobre el medio millar de viviendas que en España se okupan cada día. Sobre los indultos a los golpistas catalanes y la supresión del delito de sedición. Sobre la presunta corrupción del Tito Berni, los Eres de Andalucía. Sobre Pegasus, el espionaje de Marruecos y el vergonzoso cambio de postura sobre el Sahara, o sobre los pactos con Bildu y los traslados de presos de ETA al País Vasco.

Sobre todo, eso, y también sobre el esperpéntico incidente de las fresas de Huelva, donde hemos asistido al espectáculo, insólito en la política mundial, de un gobierno que se pone a la cabeza del boicot contra sus propios productos nacionales poniendo en peligro 160.000 puestos de trabajo y 1.500 millones de euros de facturación, y sólo por motivos de interés electoral y en beneficio de los lobbies de las fresas alemanas.

Un episodio donde la embajadora de Alemania en Madrid ha demostrado más sensatez y más interés por defender los intereses españoles que el propio Ejecutivo español con su presidente y la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que será su número dos en la candidatura del PSOE por Madrid al frente de la manifestación. Y, por cierto, el ministro de Agricultura ¿qué dice de todo esto?

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