España es diferente. Este eslogan de reclamo turístico que hizo furor en el franquismo sigue siendo una realidad aquí y ahora en la España del sanchismo y, de forma especialmente ostensible, en el pasado 1 de Mayo. Diferente porque en contraposición al resto de las democracias que en el mundo son y han sido, en las que los sindicatos aprovechan la fiesta del trabajo para reivindicar y manifestarse contra sus gobiernos en demanda de mejores condiciones laborales, en esta España de Sánchez los sindicatos mayoritarios hacen piña con el Gobierno al que sirven y obedecen para demonizar a los empresarios, que son quienes crean empleo y riqueza.
Un 1de Mayo más, en que CCOO y UGT, politizados, burocratizados, domesticados y bien pagados por el sanchismo gobernante -56 millones de euros han recibido en lo que llevamos de legislatura-, repiten los mismos mensajes anacrónicos y demagógicos que, también un año más, nada tienen que ver con las necesidades, los problemas, las denuncias y las urgencias de los trabajadores y de los ciudadanos todos, mientras confunden la defensa de los derechos laborales y la paz social con subidas salariales incompatibles con la realidad económica del país y alejadas de la productividad y la competitividad de las empresas.
Y un 1 de Mayo más que lo hacen acompañados de los mismos políticos con la vicepresidenta Yoli fijos discontinuos en cabeza., y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de comparsa, para ser la viva imagen del contrasentido de ver a un gobierno manifestándose contra quienes sustentan la economía del país y también contra si mismo, obviando que el Gobierno es también el primer empresario del país y el que tiene más trabajadores en la situación precaria de la temporalidad.
Sindicatos los pretendidamente mayoritarios, cada vez con menos representatividad social y con graves problemas de corrupción, que, un año más se olvidan y no se indignan por las subidas de impuestos abusivas. Tampoco reprochan ni condenan la subida desmesurada de los precios o la negativa gubernamental a deflactar el IRPF conforme a la inflación. Ni claman contra el empobrecimiento general de un país que tiene ya a 12,1 millones de españoles en riesgo de pobreza o exclusión. Ni contra la degradación de los servicios sociales y el caos en la Seguridad Social y en la Justicia. Ni contra la rebaja de las penas por malversación o la reducción de condenas y excarcelaciones de violadores y delincuentes sexuales, ellos que también van de feministas. Pero todo esto ni les preocupa ni les interesa.
Y, por supuesto, tampoco les preocupa ni les interesa la realidad de un mercado laboral con casi 4 millones de parados reales- 3.966.834 para ser exactos-, casi un millón más de los que reconocen las cifras maquilladas del Ministerio de Trabajo, donde se está troceando el empleo y creando una situación donde tener un contrato indefinido no implica tener un salario que permita llegar a fin de mes, además de tener más de un millón de hogares en los que todos sus miembros están en desempleo. Por eso tampoco dirigen sus protestas contra un gobierno incapaz de crear empleo y empleo estable de calidad. Como me reconocía hace tiempo un destacado y veterano exdirigente de CCOO, “los parados no pagan cuotas”, de lo que se deduce que no merece ser objeto de atención para quienes se autoproclaman sindicatos de clase y representantes de los trabajadores.
Eso sí, los empresarios, agobiados por una fiscalidad esquilmatoria, la subida de los costes de producción y por el aumento de las cotizaciones sociales que son un impuesto al trabajo, tienen que subir los salarios conforme a lo que ellos exigen. Un 4,5% que, por cierto, ellos niegan a sus trabajadores, como en el caso de UGT donde la oferta de incremento salarial que hacen a sus empleados es inferior a la mitad de la que ellos piden al sector privado, alegando para ello dificultades económicas, a pesar del riego de dinero que el gobierno les regala con nuestros impuestos.
Pues si con todas esas subvenciones y partidas de los fondos europeos que reciben tienen problemas económicos y los ingresos por cuotas son irrelevantes por falta de afiliados y eficacia, la solución es simple y la misma a la que se ven abocada las empresas cuando no tienen clientes. Echar el cierre y ponerse a trabajar. Algo que algunos de los que mandan y dirigen hoy los sindicatos no han hecho nunca ni saben lo que es porque ni les interesa ni están capacitados.