Ya se sabe, estamos en campaña electoral y las promesas muchas veces o se las lleva el viento o se hacen para Dios y la historia. Primero sólo se pueden convertirse en realidad las que hacen aquellos que o pueden ganar o se pueden convertir en hacedor de reyes, las de las demás formaciones son una simple declaración de buenas intenciones.

Estos días vemos que Pedro Sánchez, consciente de que uno de los principales problemas que tiene el país es el del acceso a la vivienda especialmente para los jóvenes y personas vulnerables (dejemos para otro día el problema de los salarios) ahora promete habilitar decenas de miles de viviendas con alquileres sociales. Incluso el Ejército propone vender instalaciones no operativas con esta finalidad. 

La promesa del presidente ha ocupado un espacio privilegiado en los medios de comunicación, pero una cosa es una oferta electoral y otra muy distinta es su viabilidad y el tiempo en que se puede aplicar. Muchos de los pisos que teóricamente entran en esta operación se encuentran en un estado de abandono en las que se han de realizar costosas obras praa su rehabilitación, otros son solares que tras comprarlos aún se han de construir las viviendas.

La propuesta socialista puede ser una declaración de intenciones e incluso un camino a seguir, pero está muy lejos que la oferta de miles de pisos con alquileres sociales sea inminente, más bien si finalmente se realiza es una oferta a largo plazo.

Es lo mismo que las promesas de ayudas a zonas afectadas por alguna catástrofe. Su anuncio es proclamado a grandes voces pero cuando llega la hora de la verdad las indemnizaciones, si llegan, pueden tardar años en llegar y en los tramites burocráticos las ayudas prometidas se reducen considerablemente y sa veces no dejan de ser “ayudas trampa”. Y en caso que lleguen, los afectados ya se habrán buscado la vida pero no les servirán para superar el mal momento que han pasado, aunque en la imagen colectiva quede el retrato de que los poderes públicos se han desvivido para ayudar a los damnificados.

Claro que prometer, en este país sale gratis.