Los presos etarras ya están en cáceles vascas. Es un acto de justicia que ha tardado en llegar, por lio que parecía que la dispersión era más una venganza que una necesidad.

Pese que la banda terrorista dejó la lucha armada en octubre del 2011 y se disolvió en abril del 2016 y que su último atentado se produjo con un coche bomba en el aeropuerto de Barajas el 2006, hay quien tiene un cierto interés político en seguir utilizando el conflicto vasco con intereses partidistas.

En los años sangrientos en el País Vasco pasó lo que pasó y dudo que ningún demócrata pueda ponerse medallas por su actuación. Unos cometieron asesinatos repugnantes pero los otros no dudaron en saltarse la ley para combatir a los etarras. Las denuncias por torturas de los terroristas detenidos pocas veces los jueces aceptaban investigarlas, hubo también guerra sucia sucia, detenciones arbitrarias y condenas desproporcionada en algunos caos y con pruebas más que endebles. En muchos momentos daba la sensación que para acabar con ETA valía todo olvidándose que estábamos en un estado de derecho.

La tranquilidad ha vuelto en el País Vasco y ya va siendo hora de dejar que aquel lejano conflicto deje de protagonizar la vida política, ya va siendo hora que determinados partidos (muchos de los cuales se beneficiaron de la política de reconciliación tras la caída de la dictadura) tiendan puentes no para olvidar (es parte de nuestra historia) si no para pasar página.

Que los presos cumplan sus condenas es de sentido común, pero para muchos también lo es que no se endurezca su castigo y el de sus familias recluyéndoles a centenares de kilómetros de su entorno natural.

ETA está muerta y enterrada, ya va siendo hora que también deje de ser noticia y pase a ser historia.