Estamos ante la tercera guerra mundial, aunque se resistan a darle este nombre. Como toda gran guerra tiene sus peculiaridades y una de las más importantes es que los aliados de los dos bandos contendientes esta vez no ponen los muertos. Estos se reparten entre rusos, ucranianos y mercenarios y sus víctimas – muchas sin nombre -cifras, como no puede ser de otra manera, se esconden a cal y canto, especialmente por el lado ruso.
Es una guerra sin declarar, sólo una invasión a la brava. Cada contendiente recibe importantes apoyos de sus aliados. Mientras los partidarios de Zelenski no ocultan sus ayudas, especialmente Estados Unidos, los países de la Unión Europea y Gran Bretaña, los apoyos que recibe Putin son más sigilosos pero no es difícil deducirlos, desde los drones sirios o los apoyos en voz baja que es difícil saber como se traducen de China, Corea del Norte, India y algunos de los estados satélites de la antigua Unión Soviética.
Como en todas las guerras las normas internacionales que regulan este macabro juego saltan por los aires. Las denuncias de la violación de los tratados que regulan estos sangrientos acontecimientos son constantes, desde que no se puede atacar a la población civil hasta el trato que reciben los prisioneros, pasando por las ejecuciones sumarias a combatientes y especiamente a civiles. Para los occidentales la guerra de relato la ha ganado claramente Zelenski, para los rusos todo es oscurantismo y lo único que trasciende es la contundente represión que Putin ejerce sobre los que cuestionan el relato oficial. Por otra parte está claro que el dirigente ruso no tiene otra alternativa que ganar esta contienda por que si no, consecuencias internas aparte, los tribunales de derechos humanos es evidente que tendrán algo que decir sobre su actuación. Para los occidentales la gran incógnita es lo que piensan los rusos de esta sangrienta maniobra de su presidente.
Si es verdad que los occidentales no ponen los muertos, no por ello sufren las consecuencias del conflicto. La economía internacional se ha desestabilizado, algunas de las sanciones aplicadas a Rusia son curiosamente los principales perjudicados son los sancionadores, los precios se han disparado, en muchos sitios la falta de alimentos, con frecuencia ya crónica, se ha vuelto alarmante. Los recursos energéticos están bajo mínimos por la dependencia del gas ruso y llega el invierno…
Si esto no es una guerra mundial, ya me dirán que es.
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