Acabamos de celebrar el día de la Constitución y nos preparamos para las fiestas navideñas. Teóricamente son festividades de reconciliación, pero en realidad se están convirtiendo en un festival de cinismo y de odio.

La Constitución que los que hoy tienen más de 62 años pudieron votar tiene muchas razones para sentirse engañados por que la que había de ser un marco de libertades y derechos se ha ido desvirtuando con sus reformas o interpretaciones que ha ido recortando derechos y libertades de una manera drástica.

Era un texto de conciliación y durante un tiempo funcionó, pero los tiempo cambian, las necesidades de los poderes fácticos por recuperar tiempos pasados son otras, los jueces buscan su espacio para invadir otros poderes y los partidos necesitan ganar adeptos al precio que sean en su particular guerra cainita. Ello permite retorcer el espíritu de los constitucionalistas hasta límites insospechados y cuando unos y otros hablan de una Carta Magna que teóricamente “unes a todos los españoles” da la sensación que hablan de textos diferentes. Quizás sería bueno adaptar aquella máxima religiosa para reclamar “no utilizar la Constitución en vano”.

Y en este contexto se acercan unas fiestas navideñas que todos expresamos nuestros buenos deseos a nuestros congéneres, sin embargo no dejan de ser una frase hecha que no va más allá del “buenos días” con que nos saludamos cada mañana. La verdad es que la sociedad española (y las otras posiblemente también) está huérfana de solidaridad, de falta de respeto y de no pocas manifestaciones de odio, contra las mujeres, contra las minorías, contra los inmigrantes, contra….

Y a todos ellos, estos días, seguramente sin plantearnos el cinismo que contiene esta frase, les desearemos felices fiestas, paz y próspero año nuevo.