Julia es una joven de 22 años y madre de dos niños que inicia una relación, tan intensa como tortuosa, con Óscar, un chico conflictivo. A medida que pasan tiempo juntos, Julia empezará a plantearse si Óscar es la persona que realmente necesita a su lado, y si es un buen modelo para sus hijos.

Tras un incidente de violencia machista, Julia se marcha en busca de un futuro mejor. Pero lo que encuentra son otras versiones de una cierta masculinidad ‘tóxica’. Hombres normales, con más vicios que virtudes.

Es la historia de ‘Girasoles silvestres’, película dirigida por Jaime Rosales y llevada a las salas de cine por A Contracorriente Films.

La historia puede no atraer al espectador, pero sí lo hace la descomunal interpretación de Anna Castillo. Con su salvaje naturalidad llena la pantalla y salva una película que no consigue seducir.

Jaime Rosales parece hacer en ‘Girasoles silvestres’ una actualización de ‘Hermosa juventud’, la película que en 2014 muestra el daño que la crisis de 2007, la que empezó en EEUU con el desplome de las hipotecas subprime, hizo a los jóvenes. Por eso hace una nueva mirada a la generación que se hace adulta casi sin herramientas, sin querer ni saber. En el caso de Julia, de pareja en pareja, y de ruptura en ruptura, en un retrato de la normalidad del fracaso.

Jaime Rosales retrata a una mujer sin formación ni herramientas para cambiar su vida, para estudiar otras opciones, centrada en sobrevivir lo mejor posible y en sacar adelante a sus hijos. Una madre joven, que siente la opresión de no poder mejorar su situación.

Aunque ‘Girasoles silvestres’ no seduzca, Jaime Rosales, pese a un discurso cinematográfico un tanto torpe, hace creíbles a sus personajes. Todo aparece despojado de artificios, natural como la vida misma: sus sensaciones, sus actitudes, su lenguaje, sus enfados, sus frustraciones. Hasta lograr que el espectador se sitúe emocionalmente en cada una de las historias.