MONSTRUOS, S.A.

13/10/2022

José María Triper.

Decía el filósofo, teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano Antonio Gramsci que cuando “el viejo mundo se muere, y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro surgen los monstruos”. Y, tal y como decía Gramsci, en unos momentos en los que nunca como ahora el mundo, y especialmente Europa, han vivido una situación de claroscuro tan dramática y prolongada desde la II Guerra Mundial es cuando

explotando el desconcierto, el miedo y la incertidumbre de las naciones y las gentes, surgen los nuevos monstruos en forma de populismos, nacionalismos, demagogos y oportunistas sin escrúpulos. De liderazgos radicales que odian la separación de poderes, la economía de mercado y las libertades individuales.

Monstruos con nombres y apellidos de Vladimir Putin en Rusia, Donald Trump en EE UU, el dimitido Boris Jhonson en el Reino Unido, la electa Giorgia Meloni con sus compatriotas Salvini, Grillo y Berlusconi en Italia, Viktor Orban en Hungría, y Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus podemitas o los golpistas catalanes en España. Por no hablar de los dictadores bananeros de Latinoamérica y los sátrapas del sudeste asiático en Irán y Oriente Medio.

Hermanados todos ellos por su odio a la democracia y a la libertad, cada uno en su estilo, su estrategia y sus mentiras. Directamente por la fuerza y la violencia unos y otros mediante la ocupación y la prostitución de las instituciones, pero todos ellos con similar potencia destructiva para los regímenes democráticos y de libertades, aprovechándose, precisamente, de esas libertades y del aperturismo y la tolerancia que son, al mismo tiempo, virtudes y debilidades del sistema y del Estado de Derecho.

Monstruos en el claroscuro de una Unión Europea que atraviesa los meses más difíciles de su historia angustiada por la fatiga de la guerra de Ucrania, la crisis energética, los conatos de división y el auge de los populismos con propuestas y valores contrarios a los principios fundacionales de la Unión.

Amenazas y tensiones que en España se agudizan por la estrategia de invasión usurpadora del Gobierno de las principales instituciones reguladoras y de control como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Instituto Nacional de Estadística (INE), Radiotelevión Española, empresas estratégicas, la Fiscalía General del Estado, el Parlamento, el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Maniobra apoyada, además, en maniobras de enfrentamiento social y en una política económica contraria a los intereses nacionales, esquilmatoria en la fiscalidad, perjudicial para la actividad empresarial, el emprendimiento, la inversión y la creación de empleo. Y sostenida por unos Presupuestos Generales del Estado electoralistas, engañosos en sus previsiones de ingresos, gastos, deuda, déficit y crecimiento y con un récord histórico de gasto público destinado a la compra de voto y voluntades entre jóvenes subsidiados con limosnas, pensionistas y funcionarios.

Y ello cuando somos el único país de los grandes de la UE que todavía no ha alcanzado el PIB anterior a la pandemia, cuando tenemos el mayor desempleo de todos los países de la OCDE, cuando las insolvencias empresariales aumentaron un 90% en septiembre -la mayor subida en los últimos diez años- y cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha rebajado el crecimiento de la economía española a sólo el 1,2, frente al 2,1% del Gobierno, y advierte del riesgo de una recesión mundial en 2023.

Y mientras todo esto pasa en España, en Europa y en el mundo, los ciudadanos seguimos atrapados en el claroscuro de nuestros miedos, nuestra indolencia y nuestro conformismo sin entender o darnos cuenta de que las democracias no se acaban sólo con golpes de estado como el 23.F, sino que se acaban también con el deterioro, el desprestigio, el descrédito y la usurpación de las instituciones.

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