Fue la crónica de una reunión anunciada. El Comité Federal del PSOE, en teoría el máximo órgano entre congresos del partido se limitó a cumplir el guion dictado desde La Moncloa: asentimiento a los nuevos escuderos del caudillo, mutismo total sobre la crisis interna de una formación anestesiada y decadente, catequesis sobre el cambio climático, ausencia de autocrítica y cero críticas al presidente, a sus pompas y a sus obras, porque como reconocen algunos de los dirigentes críticos con el sanchismo imperante, “en el partido hay miedo”.
Miedo en una doble dimensión porque si se mueven para provocar el cambio interno les cortan la cabeza y si siguen como están, sumisos y parados se la cortarán los electores en las próximas municipales y autonómicas, donde las encuestas anuncian que los socialistas pueden perder el gobierno de hasta seis comunidades autónomas: Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, La Rioja, Navarra y la Comunidad Valenciana, que se sumarían a Madrid, Andalucía, Galicia, Castilla y León y Murcia donde ya gobierna el Partido Popular. Y un movimiento similar se prevé en las principales capitales de provincia y en los grandes municipios urbanos.
Recordar que la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en 2011 comenzó a fraguarse tras conseguir el poder territorial en las autonómicas y municipales previas, y que la experiencia demuestra que en todas las elecciones generales que se han sucedido desde la Transición, el gobierno del Estado se gana en tres comunidades autónomas: Madrid, Andalucía y Cataluña, y las dos primeras son ya feudos del PP y con una amplísima mayoría superior a la suma de todas las izquierdas.
Un cónclave en el Pedro Sánchez, en un insustancial discurso de una hora, no dedicó ni un solo minuto a la crisis económica, la inflación galopante, la caída del PIB, el empobrecimiento de los españoles, la pérdida de competitividad de las empresas o la desaceleración en el empleo, en una nueva demostración de que al Presidente le ocupan y le preocupan más los problemas de su coalición de Gobierno y su propia supervivencia en el poder que resolver los gravísimos problemas de España y de los españoles.
Y unos palmeros, los miembros de ese sucedáneo de Comité Federal, que acató sin debatir ni cuestionar los cambios en el organigrama de esa formación policía que abandonó primero la “o” de obrero, después la “e” de español y que ahora ha cambio la “s” de socialista por la de sanchista. Sin entender, o querer entender que es peor, que el auténtico lastre hoy de España y del partido es Pedro Sánchez, sus políticas, sus engaños y sus socios de coalición y en el Parlamento.
Y esto ocurre en vísperas de un otoño que se avecina catastrófico por el cierre de la temporada turística, la finalización de los contratos ligados a la estacionalidad, la subida de los tipos de interés, el alza de los precios de la energía y ya veremos si con recortes en los suministros. Factores que están llevando a la mayoría de los organismos nacionales e internacionales a revisar notablemente a la baja la previsión de crecimiento para este año y para el próximo. De hecho, algunos no descartan ya que pueda haber algún trimestre con caída del PIB en la segunda parte de 2022 o en los inicios de 2023.
Todo ello junto con la obligación de hacer los ajustes y recortes que ya ha avisado la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) Christine Lagarde, y que obligarán a los ciudadanos a apretarse el cinturón, con Hacienda obteniendo unos ingresos históricos por recaudación fiscal, mientras Sánchez sigue tomar ninguna medidas de ajuste en el gobierno más caro, amplio y con más asesores de la democracia para ser también, en vista de los resultados, el más incompetente.
Como reza ese nuevo eslogan que se ha sacado Pedro Sánchez de la manga, ahora van “a por todas” Si, pero a por todas y a por todos. Empezando por el Tribunal Constitucional con los recursos de José Antonio Griñán y el resto de socialistas condenados por el mayor caso de corrupción de la democracia como telón de fondo. Condena que, por cierto, es también otra fuente de miedo añadido en los “barones” y el cortijo del sanchismo.
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