Sánchez devorando a sus hijos

20/07/2022

José María Triper.

Venía a mi imaginación, mientras escuchaba la dimisión de Adriana Lastra como número dos del PSOE, ese Saturno devorando a su hijo, la pintura del maestro Goya pero cambiando el rostro mítico del dios por el concreto y procaz de Pedro Sánchez.

Porque si en algo ha demostrado Sánchez ser un especialista consumado, aparte de en la propaganda, la mentira y la ausencia total de sentimientos, es por ir considerar a sus más directos colaboradores como kleenex de usar y tirar a conveniencia.

Así ocurrió con Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Iván Redondo o Arantxa González Laya. Y así, ocurre, ahora, con Adriana Lastra que, junto a los tres primeros citados fueron piezas esenciales en las primarias que le devolvieron la secretaría general del PSOE y en su ascenso a la Presidencia del Gobierno.

Porque sin poner en ningún momento en duda la veracidad del embarazo de riesgo de la dimitida exvicesecretaria general, si hay indicios más que evidentes de que se trata de una dimisión forzada y tomada cinco minutos antes de que la cesaran. Sólo así puede explicarse que optara por abandonar el cargo en el partido en lugar de acogerse a una baja laboral, como es preceptivo y habitual en estos casos, y sólo así se explica también que mantenga su escaño como diputada a pesar de las complicaciones de su estado.

Recordar aquí, que los enfrentamientos de Adriana Lastra con el secretario de Organización, Santos Cerdán, alter ego del jefe del Gobierno, la costaron su puesto como portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, y que el nombre de Adriana había sido reivindicado por algunos altos cargos del partido como posible alternativa a un Sánchez hundido en las encuestas y repudiado por una gran parte del electorado.

Comentaba Carlos Solchaga en una memorable entrevista en Vanity Fair, que el ex presidente y mentor de Pedro Sánchez, Rodríguez Zapatero trataba a sus ministros “como secretarios”. Y recordaba el que fuera ministro de Industria, primero, y de Economía, después, en los gobiernos socialistas de Felipe González, que “una de las facetas más importantes que denotan la capacidad de un dirigente es tener mejores colaboradores que uno mismo”, en alusión al que fuera su jefe en el Gobierno.

Una característica esta común a los grandes líderes políticos, económicos y sociales en cualquier época y lugar, que eligen a sus adjuntos entre los mejores sin miedo a que les hagan sombra, mientras que la historia y la experiencia demuestran que los mediocres se rodean de gente aún más mediocre. Y si algo no soporta Pedro Sánchez, como todos los autócratas, es que alguien le quite protagonismo o le haga sombra.

El mismo Sánchez que tras su regreso al liderazgo del PSOE, fulminó a todos aquéllos que no le eran adictos para formar un Comité Federal y una Ejecutiva de incondicionales y serviles donde la única voluntad y autoridad residía en la figura incuestionable del secretario general. Una pléyade de sumisos, entre los que se encontraba la propia Lastra, que ahora será la cabeza de turco a la que responsabilizar de la debacle electoral en Andalucía, del hundimiento de la imagen y de la credibilidad del Presidente y de todos los males que aquejan al partido y al Gobierno.

Y algo similar podríamos decir de la también dimisión, y también por razones médicas, de la hasta ahora Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, no menos sectaria y servil que Adriana, pero a la que parece se quiere seguir utilizando como titular de esa nueva Fiscalía de Sala de memoria democrática en el Tribunal Supremo.

Porque en el ADN de Sánchez no está el asumir responsabilidades ni figura la palabra dimisión. Siempre hay algún chivo expiatorio al que culpar de sus fracasos y de los múltiples males que aquejan al país. Cuando no es Franco, es Putin, y cuando no la oposición, los poderes económicos, los medios de comunicación, el cambio climático o los colaboradores que no hacen bien su trabajo. Todos son culpables, incapaz de admitir que el auténtico lastre hoy del PSOE y de España es precisamente él, Pedro Sánchez, sus políticas y sus socios de gobierno y en el Parlamento.

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