Y Sánchez cogió su fusil

14/07/2022

José María Triper.

Reprochaba Pedro Sánchez a su hasta ahora amigo Rufián que hubiera llevado balas al Parlamento. Y lo hacía sólo unas horas antes de que él hubiera cogido su fusil ejecutivo, marca Podemos, para como esos tiradores solitarios y resentidos con la sociedad que proliferan en EE UU, disparar a diestro y siniestro, sin sentido, contra toda lógica económica y, una vez más, contra esas clases medias y bajas a las que dice defender, pero a las que castiga y empobrece con los hechos.

En discurso largo y farragoso, de una hora y 16 minutos, plagado de demagogia y guiños a sus socios de la Frankestein que no a los españoles, Sánchez confirmó ayer su giro hacia la izquierda radical con medidas que ni eran nuevas, ni eran sociales ni, por supuesto, de calado. Porque el anuncio de ese impuesto a los beneficios extraordinarios de las compañías energéticas era la crónica de un impuesto anunciado, y poco más o menos el anunció al gravamen de los bancos.

Una nueva carga fiscal disfrazada de impuesto a los ricos al más puro estilo marxista-leninista, que, como siempre ocurre, terminaremos pagando los usuarios y los ciudadanos todos porque las empresas afectadas terminarán repercutiendo el coste a sus clientes en los precios, las comisiones y en los tipos de interés. Además de frenar las inversiones en unos momentos que son más que nunca necesarias.

Eso sí, en el único alarde de sinceridad Sánchez reconoció que el Gobierno sigue engordando sus arcas -en el primer cuatrimestre ha recaudado 15.500 millones más que en los mismos meses de 2021 y supera ya el aumento de recaudación previsto para todo el ejercicio- a costa del empobrecimiento general de todos los ciudadanos españoles.

Como tampoco es novedad, sino ampliación, la bonificación del 100% a los abonos de varios viajes gestionados por Renfe hasta el 31 de diciembre o la ampliación de las becas para alumnos mayores de 16 años. Medidas, que como el desbloqueo de la “operación campamento” exigen un nuevo aumento del gasto público justo el día posterior en que el Eurogrupo, con el beneplácito de la ministra Calviño instaba a los gobiernos de la UE a un recorte de gasto y a la vuelta a las normas de consolidación fiscal ya para el año próximo dentro de las políticas de lucha contra la inflación.

Y como ocurre con estos políticos del socialismo radical y trasnochado casi lo más importante del discurso de Pedro Sánchez fue lo que calló y no lo que dijo. No habló Sánchez de reducir ese gobierno elefantiásico con ministerios inútiles, ministros incompetentes y de más de 800 asesores enchufados. Para nada se refirió al encarecimiento del gas argelino por su política de entreguismo del Sahara a Marruecos. Tampoco de su cinismo institucionalizado para no prolongar la vida útil de las nucleares cuando Bruselas la acaba de declarar energía verde por ser limpia, barata y segura. Calló como Judas sobre los mensajes de su móvil espiados en el caso Pegasus, ni de las cotizaciones de los autónomos, de porqué somos el país con mayor paro de la UE, de sus intentos de asalto al poder judicial y a las instituciones democráticas como el CNI, el CIS o el INE, ni de los indultos a los golpistas catalanes o de su alusión a Euskadi como un “país libre”. Y, por supuesto, pasó de puntillas sobre esa mal llamada ley de memoria democrática y sus pactos con Bildu.

Calló porque como afirmaba también ayer la portavoz popular Cuca Gamarra, el principal problema hoy de España es Pedro Sánchez. Una Cuca Gamarra que se consolidó ayer como una magnífica parlamentaria, Firme, contundente en el contenido, pero elegante en las formas, con argumentos, propuestas y sin caer nunca en la trampa que le había tendido el jefe del Gobierno.

El mismo Sánchez que, para terminar, anunció una ley de protección de los informantes que huele muy mucho a esa policía política de ciudadanos delatores propia de las dictaduras de Cuba, Venezuela y esa Rusia de Putin a la que el tanto denuesta de palabra, pero tanto se asemeja en sus acciones.

Visto lo visto en el Congreso, y analizado lo escuchado de la boca del Presidente del Gobierno sólo nos queda esperar que Sánchez continúe con esa tradición de no cumplir nunca lo que dice.

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