Dicen que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio, denominación que se da a la persona o grupo de personas a quienes se quiere hacer culpables de algo, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador. Y andaban Pedro Sánchez, Albares y demás cofrades de Moncloa buscando el chivo al que responsabilizar del incendio diplomático montado con Argelia y sus consecuencias en forma de suspensión de relaciones comerciales y en el suministro del gas , cuando le vino a ver, no Dios, sino Putin. Que Sánchez, vistos sus antecedentes y socios de la Frankenstein, siempre ha estado más cómodo con los demonios.
Putin y también el ministro Jose Manuel Albares al que se le está empezando a poner cara de Arancha González Laya, su antecesora que pagó las consecuencias de la irracional, por imprudente, llegada a España del líder del Frente Polisario Brahim Ghali. Como si las decisiones de Gobierno no se tomaran por determinación del Presidente o, al menos, con su conocimiento y aquiescencia, lo que convierte a Pedro Sánchez como el principal destinario de esos calificativos de “pirómano” y “sin dotes diplomáticas” con el gobierno argelino ha definido a nuestro ministro de Asuntos Exteriores.
Cierto es que nadie ignora que Argelia es el aliado preferente de Rusia en el Mediterráneo, pero atribuir a esa relación geoestratégica la ruptura de relaciones comerciales y energéticas con España es no sólo una necedad, sino una falsedad que las palabras de los directos responsables y los hechos posteriores se están encargando de certificar y demostrar.
El propio gobierno argelino se ha encargado de aclara que el problema no es con la Unión Europea, y ni siquiera con España, sino con Sánchez y su gobierno, apostillando que las relaciones volverán a normalizarse cuando en España se cambie de gobierno. Pero, si esto fuera cosa de Putin y de Rusia, como se explica que en plena ruptura con España Argel haya firmado un acuerdo energético con Francia, Italia y Alemania, nuestros socios y también principales competidores, mientras a España se le cierran las puertas comerciales y se le excluye del nuevo plan argelino para atraer inversiones millonarias al país.
La auténtica realidad es que Argelia se ha sentido traicionada por Sánchez, que entregó el Sahara a Marruecos sólo ocho días después de pedir a las autoridades argelinas garantías sobre el suministro de gas. Una decisión esta del jefe del Gobierno español tan inexplicable como inexplicada, y que los portavoces de Moncloa han despachado como un simple “fallo de cálculo” sin más.
El problema es que los fallos de cálculo de la sociedad Sánchez y Cía Producciones, y son ya muchos y graves en lo que llevamos de legislatura, los pagamos todos y deterioran el prestigio y los intereses políticos y económicos de España en el escenario internacional, donde este gobierno socialcomunista nos ha rebajado ya a la categoría de irrelevantes.
Recordemos el caso de las maletas de la venezolana Delcy Rodríguez, el esperpento del paseíllo con Biden en la cumbre de la OTAN, la subvención de 53 millones a Plus Ultra, la traída clandestina del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, su incapacidad para el reparto y ejecución de los fondos europeos o sus continuos y estrepitosos errores sobre la evolución de la economía y sus previsiones de crecimiento y sobre una espiral inflacionista que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño sigue diciendo que no ve.
Una vicepresidenta primera, la señora Calviño, que parecía la más lista de la clase pero que también se ha sumado a la Putinmanía, mientras calla como Judas sobre las adjudicaciones del Gobierno a la empresa de su marido y que han sido denunciados ante la Fiscalía europea.
Son demasiados fallos en demasiados cálculos y con demasiado coste para España, para nuestras empresas, nuestra credibilidad exterior y para los españoles todos que somos quienes, al final, pagamos, mientras seguimos esperando que el Presidente se digne a aclarar si personal bandazo para entregar el Sahara a Marruecos, único y exclusivo detonante de la reacción argelina, que no ha sido ni consensuada ni aclarada. Sobre todo, porque las teorías de un posible chantaje de Rabat a Sánchez en relación con posibles actividades económicas de su mujer tienen cada vez más eco en los ambientes políticos y en los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Pues eso, que lo explique, si es que puede.
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