El próximo día 19 hay elecciones en Andalucía, a finales de la próxima primavera las habrá autonómicas y municipales, meses después serán las generales. Este es el calendario electoral, lo que propicia que desde hace meses estemos en constante campaña, sobretodo en unos momentos en los que parece que el mapa político se mueve.

Sabido es que muchas de las decisiones que toman los políticos las hacen a base de los estudios demoscópicos con los que trabajan y según los resultados obtenidos actúan en consecuencia, dejando en el cajón de los “pendientes” las promesas programáticas que hicieron durante la campaña electoral.

Ya hace meses que casi a diario los diferentes medios de comunicación nos invaden con encuestas sobre la situación del país, unas son más creíbles y otras parece que obedecen más al deseo de quien ha contratado el estudio que no a la realidad, pero estas informaciones son agradecidas porque tienen un efecto boomerang inmediato.

Una encuesta bien hecha es un retrato robot de la situación en un momento determinado, marcan tendencias, pero cuando se está lejos de la llamada de los ciudadanos a las urnas las conclusiones que se pueden sacar son limitadas.

Normalmente afinan más cuando la llamada de las urnas es inminente y la militancia está movilizada y cuando tanto los que están en el gobierno como quien se desgasta en la oposición tienen una campaña milimetrada para que aflore su actividad de los pasados cuatro años, bien por las obras realizadas como por las promesas incumplidas.

La próxima semana toca votar en Andalucía donde según la demoscopia todo el pescado está vendido y para algunos sólo son unas primarias de sucesivas elecciones que propiciarán nuevas encuestas. Ante este panorama y con el hecho de que te ofrecen los resultados antes de acudir a las urnas, quizás muchos se preguntarán ¿para qué votar?