La guerra del hambre

01/06/2022

José María Triper.

Alertaba el primer ministro italiano, Mario Draghi, tras entrevistarse con Vladimir Putin, que estamos a las puertas de una crisis alimentaria de “proporciones gigantescas”. Una advertencia que, en absoluto peca de exageración si tenemos en cuenta que Ucrania es el mayor granero del mundo, que el puerto de Mariúpol ya está en poder de las tropas rusas que, mantienen también bloqueado el puerto de Odesa y que, a fecha de hoy, 70 barcos de 16 países se encuentran bloqueados en los seis puertos de Ucrania, amenazando con una hambruna que se podría extender en algunos países de África, generando unas consecuencias humanitarias aterradoras.

Recordar que el estallido de la Primavera Árabe se produjo por la subida de los precios del pan y que en España somos la frontera sur de Europa con Marruecos y con el norte del continente africano.

Ucrania se sitúa junto a Rusia entre los cinco mayores productores de cereales del mundo, con datos de la FAO, la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Es sexto productor mundial de maíz para la campaña 2020-2021 con 29,5 millones de toneladas, por detrás de Estados Unidos, China, Brasil, la Unión Europea y Argentina y el cuarto exportador mundial de este producto con 24 millones de toneladas. Es también el cuarto productor de trigo y sexto exportador mundial con 21,01 millones de toneladas. Además, el 40% de las ventas internacionales de aceite de girasol proceden de este país, por lo que el miedo global al desabastecimiento y encarecimiento de estos productos está seriamente cimentado tanto por la reducción de las cosechas a causa de la guerra y por la prohibición del presidente ucraniano Volodímir Zelenski de exportar estos alimentos, salvo muy contadas excepciones.

En el caso de España, el 27,6% de nuestras importaciones de maíz proceden de Ucrania, así como el 60% de las compras en el exterior de aceite de girasol y el 31% de las tortas de aceites vegetales. Mientras que las estimaciones de los analistas advierten de que a consecuencia de la guerra en Europa vamos a pagar 242 euros más al año por la cesta de la compra, lo que puede ser especialmente grave en un país como el nuestro en el que la inflación ha vuelto a subir hasta el 8,7% en mayo y cuando el Banco de España alerta de que un cierre comercial con Rusia lastraría un 1,4% el PIB español y subiría los precios un 1,2%.

A la vista de estos datos no puede extrañar que Zelenski haya advertido que la guerra se libra también en el campo y esta es la razón fundamental por la que los presidentes de Francia y Alemania, Macron y Scholz, se reunieran de urgencia con Putin para demandar un alto el fuego inmediato y reactivar las conversaciones de paz para buscar una solución diplomática al conflicto. El problema es que para que esto se produzca el tirano ruso exige que se levanten todas las sanciones económicas impuestas y ese es un precio demasiado elevado para Europa y para la estabilidad geopolítica mundial que la mayoría de los estados miembros de la UE no están dispuestos a pagar.

“Si vamos a una guerra prolongada, la guerra económica será incluso más prolongada y en otoño vamos camino de una recesión”, afirmaba Miguel Ángel Ballesteros, director del Departamento de Seguridad Nacional del Gabinete de la Presidencia del Gobierno y es especialista en geopolítica, estrategia de seguridad y prevención del terrorismo, durante un reciente encuentro con la asociación Pluralismo y Convivencia de Segovia.

Palabras que eran refrendadas y ampliadas por el exdirector del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y exjefe del Estado Mayor de la Defensa, el también general Félix Sanz Roldán, quien añadía que “a mí no me preocupa la inflación, me preocupa que el año que viene va a haber 20 millones de muertos por hambre en el mundo”. Así de claro y así de espeluznante.

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