Dice el refranero, y dice bien, que no hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere oír. Y eso es lo que le ocurre aquí y ahora a este gobierno que presume de social pero cuya ceguera y sordera voluntarias nos han llevado a ser país cuya combinación de mayor tasa de paro de Europa con uno de los mayores indicadores de inflación nos sitúan a la cabeza del Índice de Miseria Okun, que mide el deterioro de la economía y de la calidad de vida de las clases medias y bajas de la sociedad.
Un gobierno que, llevado de su impudor y su arrogancia, se mueve y gestiona como dicen de los cuadrúpedos de noria, con los ojos vendados y las orejeras puestas ante los múltiples avisos y advertencias de todos los organismos nacionales e internacionales que de economía entienden y sobre la que tienen autoridad y competencia.
Desde el Banco de España hasta la Comisión Europea, pasando por la OCDE, la Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Funcas, agencias de rating como Moody’s y la mayoría de analistas públicos y privados han encendido las alarmas por los altísimos niveles de paro y deuda pública de nuestra economía, coincidiendo e insistiendo todos ellos en el aviso de que el pasivo será insostenible si no se acomete un drástico plan de ajuste del gasto público. Una orgía de gasto público que, en 2022, sube un 20,2%, y supera en 77.000 millones su nivel de 2018, sin que ahora estén justificados por la pandemia. De hecho, los aumentos se concentran en los gastos de personal que crecen un 15,3%, un 18,0% lo hacen los gastos corrientes excluyendo la sanidad, y 42,0% las transferencias corrientes
Pero frente a ello la sociedad Sánchez-Calviño y Cía. sigue presumiendo de “crecimiento robusto” y derrochando el dinero de todos, mientras persisten en su paranoia de presión fiscal en un escenario de espiral inflacionista, caída del consumo y siendo los últimos de Europa en recuperar los niveles de crecimiento previos a la crisis.
Así, mientras en 2021 los precios subían un 6,5 el Gobierno se beneficiaba de esta alta inflación y alcanzaba un máximo histórico de 223.000 millones de euros de recaudación tributaria, 8.000 millones más de lo esperado. Y sólo en el primer trimestre de este año la recaudación tributaria ha aumentado un 20,2%, es decir 9.200 M€ más en sólo 3 meses con un crecimiento del PIB 0,3% y 100.000 empleos menos.
Y hablando del mercado laboral, con una caída de la contratación en un 14% respecto a diciembre de 2021 y con las subidas de precios generando una importante pérdida de poder adquisitivo sobre las rentas medias y bajas del país, el Estado sigue quedándose con el 40% del salario de cada trabajador a través de impuestos y cotizaciones sociales, al tiempo que la OCDE ha señalado a España como uno de los escasos países desarrollado que no han rebajaron las cargas fiscales. Una penalización al empleo que explica en parte porqué uno de cada cuatro parados en Europa es español.
Cierto es que, como se jacta el Gobierno, la contratación indefinida ha crecido en un 302% desde diciembre, pero la trampa está en que, como revela un informa del servicio de estudios de USO, lo hace con un notable crecimiento de la contratación a tiempo parcial y de fijos discontinuos. En concreto, esta última se ha incrementado en un 1.328,2% entre enero y abril de este año y el porcentaje de contratos de duración inferior a 7 días, salvo en enero que bajo, se mantiene alrededor del 18%.
Este es el resultado de las recetas de Sánchez y su tropa para el reinicio de la economía española, el que sufrimos y padecemos los ciudadanos españoles y no el que le cuentan al servil y desinformado presidente del Foro de Davos, Borge Brende. El desastroso naufragio de un Gobierno que tiene el mayor número de ministerios de Europa, la mayoría inútiles e innecesarios, que mantiene a 1.200 asesores contratados a dedo -récord histórico en la democracia- y que en lugar de hacer reformas, apretarse el cinturón y recortar el gasto, se dedica a expoliar fiscalmente al ciudadano sin entender que el resultado de la ecuación de más impuestos, más inflación y mayor gasto se traduce inexorablemente en menos consumo, menos inversión, más paro y menos crecimiento. Así de claro.
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