Como en esas telenovelas melodramáticas, en la esperpéntica trama de Pegasus cada nuevo episodio que vamos conociendo el asunto se complica. Primero fue Puigdemont, después los más de sesenta indepes catalanes, luego Arancha González Laya para alcanzar el clímax con el espionaje al Presidente del Gobierno y la ministra de Defensa. Un asunto este último en el que existen más dudas que certeza y más causalidades que casualidades, con la alargada sombra de Marruecos como artista invitado al culebrón.
Dudas razonables que afectan en primer lugar a la veracidad del espionaje porque dada la larga y conocida trayectoria tramposa, maniobrera y embustera de Pedro Sánchez son muchos en el Parlamento y en las élites políticas que no se creen el espionaje, aunque sólo Oriol Junqueras lo ha dicho claramente. Las amenazas con balas a Pablo Iglesias y al ministro Marlaska o la falsa navaja a Reyes Maroto durante la campaña del 4-M en Madrid, todavía sin esclarecer y archivadas por el juez son antecedentes que avalan seriamente las desconfianzas.
Cierto es que ese hackeo a los teléfonos móviles del propio Presidente y de Margarita Robles parece bastante verosímil, y yo así lo interpreto considerando los antecedentes de espionajes a líderes como Merkel, Macron o Boris Johnson, aunque no en los términos y en las cantidades que contó el ministro Bolaños. Los especialistas consultados aseguran que Pegasus es imposible detectarlo, ni en la cantidad de información interceptada ni en la procedencia del interceptador, por lo que es imposible saber las megas espiadas ni saber quién y desde dónde se hackeó.
Pero, aún dando por sentado que el espionaje existe, ¿por qué hacerlo público? Y, sobre todo, ¿por qué hacerlo ahora, un año después? La diferencia con la actitud de los líderes citados de Alemania, Francia y Reino Unido es que ellos y sus gobiernos ni lo hicieron público ni pusieron en grave riesgo la credibilidad de sus servicios de inteligencia y la seguridad nacional. ¿Qué país aliado va a confiar ahora en España y en los servicios secretos de un Estado al que su jefe de Gobierno ha dejado internacionalmente al nivel de bananero y a menos de dos meses de acoger la cumbre de la OTAN?
Y es aquí donde entra la causalidad, que no la casualidad de la que generosamente habló Feijóo. Porque todo apunta a que se trata de un intento de recuperar el apoyo parlamentario y el “buen rollo” político y personal con Rufián, Junqueras y los independentistas de ERC, además de eclipsar el eco informativo del día grande de Madrid y Díaz Ayuso, aún a costa de poner en tela de juicio la negligencia y la irresponsabilidad de un Ejecutivo y de su presidente, que se dejan espiar y tardan un año en enterarse vulnerando la seguridad nacional que es responsabilidad directa del jefe del Gobierno. Y todo para intentar seguir unos meses más en La Moncloa.
Recordar una vez más las palabras con que definió a Pedro Sánchez tras ganar las primarias a Susana Díaz un destacado exdiputado y exdirigente autonómico del PSOE: “no tiene proyecto, no tiene programa, sólo tiene ambición y es capaz de vender al partido y vender a España para conseguir sus ambiciones”.
Claro que, esta vez, la jugada se le puede volver gravemente en contra, porque el espionaje se produjo en pleno conflicto con Marruecos por la llegada a España del líder del Frente Polisario Brahim Ghali y con la llegada masiva de emigrantes africanos. Acontecimientos que viendo el posterior cambio de la tradicional política española sobre el Sahara reconociendo la soberanía marroquí del territorio, sin consultar con la oposición y sin informar al Parlamento, hace que algunos parlamentarios y en medios de comunicación empiecen a preguntarse si ¿tiene algo que ocultar el Presidente y que pudiera utilizarse como arma de chantaje por parte de la monarquía alauita? Son sólo dudas y sin indicios o certezas, pero como dicen de las meigas haberlas, haylas
Es probable que Sánchez ofrezca ahora la cabeza de la directora del CNI, Paz Esteban para salvar su propio culo, pero estos episodios esperpénticos de un gobierno desnortado y rehén de los independentistas, unidos a su estrategia de desprestigio de las instituciones, su negativa a pactos de Estado con la oposición y una gestión económica incompetente e intervencionista que nos ha llevado a ser el país con mayor inflación, más paro y más déficit y deuda de la UE, hace que en este país empiece a oler intensamente a fin de ciclo .
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