Discutir encendida y apasionadamente sobre aquello en lo que se está de acuerdo es una de las grandes aficiones nacionales, especialmente en períodos electorales. Es lo que ocurre con el desempleo, cuestión que ocupa el primer lugar en el orden de preocupaciones de los ciudadanos y que todas las fuerzas políticas sin excepción proclaman con su principal prioridad y como guía fundamental y piedra angular de su futura acción de Gobierno: Casi cinco millones de parados es realmente insoportable e intolerable.
Pero, sentado el principio de que poner remedio al paro es imprescindible y apremiante, se procede a describir reiteradamente y con todo el dramatismo de que se es capaz la situación y, de paso, se reparten culpas aquí y allá. Pero nadie pierde un minuto en indagar, analizar y explicar las razones por las que España siempre reacciona ante las dificultades destruyendo empleo de forma masiva ni por supuesto plantea propuestas para alcanzar el objetivo fundamental de volver a crear empleo. Ni hay propuestas ni hay, por tanto, debate.
Si somos serios, debemos reconocer que la creación de empleo no es cuestión de voluntarismo bienintencionado y que no se puede ordenar a través de Leyes ni Decretos. Lamentablemente la cuestión es mucho más compleja y en su realización intervienen multitud de factores. Y, en función de esta complejidad y en momentos tan difíciles como los que atraviesa España y sufren millones de españoles, quienes aspiran a gobernar los destinos del país deberían haber hecho un esfuerzo para presentar a los electores y a los ciudadanos políticas, estrategias medidas, orientadas a resolver tan acuciante problema, pero nadie lo ha hecho.
Hasta ahora no hemos pasado de los brindis al sol, de las declaraciones genéricas y ambiguas que solo sirven para arrancar ovaciones de los” militantes más entusiastas, que pueden quedar bien para espectáculos electorales y mítines de fieles adictos, pero no sirvan para nada más y no aclaran absolutamente nada sobre lo que se pretende hacer.
El PP, aspirante a formar Gobierno, fía toda su política e incluso el mantenimiento de los servicios sociales del Estado de Bienestar, a la recuperación del empleo y a su repercusión beneficiosa sobre los distintos órdenes de la vida nacional, pero se le olvida explicarnos como va a lograr ese objetivo, que es la premisa fundamental para los restantes desarrollos.
Puestos a apuntar alguna idea, se decantan por el a poyo a los emprendedores. Pero se olvidan de las miles de personas que un día fueron emprendedoras – pequeños empresarios, autónomos – que hoy engrosan las filas del paro y que tuvieron que dejar su trabajo asfixiados por la falta de actividad, la ausencia de crédito o la morosidad pública y privada. Ahora se trata de promover que surjan otros muchos emprendedores que, además de no tener trabajo, se empeñarán hasta las cejas para poder poner en marcha un proyecto de suerte incierta. Sin trabajo y sin crédito disponible, su éxito es más bien remoto. Los emprendedores, al igual que los parados, lo que necesitan ante todo es trabajo, que es precisamente lo que no hay.
¡Ah! La solución, la iniciativa privada. Fomentemos – dicen- la colaboración entre lo público y lo privado, pero no explican lo que eso significa. ¿Piensan tal vez en la colaboración de las empresas privadas en la gestión y prestación de servicios como la sanidad y la educación? ¿Significa que las empresas privadas van a cobrar de los Presupuestos públicos por gestionar servicios esenciales? De ser así, solo cambiaríamos cromos y queda claro que para ese viaje no necesitamos alforjas.
Si estamos hablando de otro tipo de participación, bienvenida sea. Nadie `puede objetar contra que la empresa desarrolle sus proyectos, invierta, cree riqueza, genere empleo. Pero, ¿por qué no lo han hecho hasta ahora? ¿Qué va a cambiar ahora para que organizaciones guiadas por el ánimo de lucro se comprometan con el futuro del país?
Por su parte, el PSOE dice haber encontrado la solución para reactivar la economía. Relajemos las políticas de recortes y de control presupuestario, difiriendo en el tiempo los objetivos de déficit para contar con recursos disponibles para la inversión productiva. Luego también apoyo a los emprendedores, etc. Mientras, una fiscalidad más progresiva permitirá asegurar la financiación pública de los servicios sociales.
Pero, claro, todo el planteamiento depende de instancias ajenas. La Unión Europea, las instituciones financieras internacionales y, sobre todo, los llamados mercados tienen que asumir la fórmula, que inevitablemente tiene consecuencias transnacionales, lo que nos sitúa en una posición muy poco cómoda. Y, si la respuesta de todas estas instancias a la propuesta es negativa, nos quedaremos, como dicen los castizos, colgados de la brocha.
No tiene sentido lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue. Las cosas son como son, la situación tiene los perfiles que conocemos y, sobre esa base, hay que impulsar la Economía Productiva, única vía para entrar en la senda del crecimiento y la creación de empleo. El problema es saber como puede hacerse y eso es lo que nos gustaría que nos contaran los políticos.
En suma, debatir sobre propuestas y soluciones concretas y no sobre ideas generales, es decir, necesitamos ideas para el futuro.
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