Felicidad del caminante

10/11/2011

Daniel Serrano.

La felicidad secreta del viajero cuando en la mañana, libre, decide seguir el curso de un camino al azar. Completa felicidad de la contemplación sin propósito. La vida discurriendo en tránsito hacia ninguna parte. Las primeras nieves, la sorpresa de un sol de otoño, la luz eléctrica en la noche de una estación de ferrocarril. O en palabras de Peter Handke: “Después de la noche de pesadillas, junto a la iglesia de los navegantes estoy sentado al sol y respiro, y es domingo, los niños están mudos junto al mar, los gatos corren, por la radio, con voz aguda, tranquila, canta una mujer, una voz de pescador llama del mar a la tierra, agitación de las pequeñas palmeras de la orilla, gaviotas en el azul del cielo, resplandor del cabello de una mujer –sigue con tus apariciones, mundo de la vida, que Dios os proteja conocidos-desconocidos transeúntes”.

Peter Handke, escritor austríaco, polemista incorregible, rara avis, poeta y autor teatral y prosista de fuste, emprendió en 1987 un viaje que concluiría hacia 1990. Durante dos años Peter Handke fue caminante por la antigua Yugoslavia, Grecia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Japón, España. En Ayer, de camino quedan compiladas sus notas viajeras. Relatos mínimos, poesías en prosa, reflexiones, haikus en ruta, apuntes de paisajes. 700 páginas que transmiten esa felicidad de quien vaga sin rumbo, observando el planeta.

“Los poetas vuelven siempre entusiasmados de un país extraño” cita Handke. Y añade: “A un lugar sólo llego cuando allí inspiro”. “Luz de la lentitud, luz de los ojos” sentencia.

Peter Handke viaja y anota cuanto ve y nos trae la paz del caminante: “En el viaje en autobús, la coincidencia entre Zeus, que lleva debajo del brazo al niño Ganímedes, el pilluelo de los dioses, y el pilluelo del autobús, un adolescente que antes, en el viaje, a los más pequeños que estaban en los asientos de delante del suyo les iba dando coscorrones, no sólo en broma sino de un modo rudo, que se apeó en su pueblo y allí, de repente, cogió con el brazo a un niño diminuto, ¿su hermano?, se lo puso en la axila, del mismo modo que Zeus a Ganímedes, y amorosamente estuvo dando vueltas con él”. Zeus y Ganímedes niños, pequeños dioses en un asiento de autobús: “Los niños en calidad de poetas: están aquí, ponen la mano en la lluvia y esto es su poema”.

He aquí un gran literato. Y un excelso viajero. Respetuoso con el misterio, consciente de la imposibilidad de descifrar al otro, apenas un hombre que mira y en ello su sabiduría.

Peter Handke en España. No hace literatura de viajes al uso. Más allá de su veleidades místicas y de su pasión (casi obsesiva) por el arte románico, a veces, se fija en detalles atípicos (pero tan definitorios de lo que somos): “En el restaurante del puerto, a los pies de los viejos desdentados, constelaciones enteras de mondadientes, extrañas lanzas, cruzadas, rotas, ennegrecidas, ceniza de cigarrillos encima”. Nuestra amada mugre. Pero también ese sobresalto de lo extraño: “En toda ciudad turística, están sentados, aquí y allí –conforme uno más los sigue con la mirada-, más y más solitarios, gente venida a morir o para ser salvada, y ofrecen un aspecto amenazador (la joven de Sevilla, delante de la Giralda, por la tarde, que está sentada sin moverse desde hace un rato, dando la espalda a lo que sucede)”.

Más aún sobre España: “Noche sobre la Meseta: los meandros y deltas de la Vía Láctea (…) En el árbol sacudido por la tormenta: un gorrión” y alusiones a los santos lugares machadianos, el olmo seco y la Soria eterna y siempre el camino como territorio de purificación.

Hay lugar para todo. Incluso para la ironía, el humor inesperado: “Letrero pegado en la iglesia católica de Nauplion: 1. En esta iglesia se guarda al Santísimo. 2. Es aconsejable no acercarse al perro”.

Es este Ayer, de camino un libro para tener siempre a mano. Un libro que nos devuelve la calma en estos tiempos convulsos.  Notas de viaje con la belleza inexplicable del esbozo, con la paradójica perfección de lo inacabado. No busquen aquí al Handke defensor de innobles causas perdidas, no busquen a quien acudió al funeral de Milosevic. La actualidad política internacional apenas hace acto de presencia mediante alguna alusión a la matanza de Tiananmen y un titular hallado en un periódico de provincias, sobre la mesa de un café, aludiendo a una Yugoslavia preparándose para prender la llama de la catástrofe.

“Como un extranjero/no siento ataduras/del sentimiento” cantaba Battiato. Que también nos definía como “provincianos de la Osa Menor” en permanente viaje interestelar. Peter Handke nos regala la felicidad del caminante para que la disfrutemos en las tardes de lluvia que vendrán.


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