Dice acertadamente el Evangelio eso de “por sus obras los conoceréis”. Y, al igual que en los momentos más duros del confinamiento y la pandemia del COVID, si por algo se están distinguiendo el tejido empresarial español y sus organizaciones representativas es por su pronta y eficaz respuesta solidaria con Ucrania y con las necesidades de los refugiados que llegan a España huyendo de la invasión rusa.
Casi coincidiendo en el tiempo con la intervención del presidente Volodimir Zelensky en el Congreso, la Fundación CEOE presentaba su plataforma Empresas por Ucrania para ayudar a la integración de personas procedentes del país invadido a través de formación y empleo. Iniciativa a la que se han sumado hasta el momento 450 empresas y que ha recibido ya unas 2.000 vacantes de empleo.
Decisión que se añade a la reactivación del programa solidario Empresas que Ayudan (EQA), para atender la emergencia humanitaria en Ucrania y los países fronterizos con Rusia, con el objetivo de canalizar la solidaridad y la ayuda que las organizaciones y empresas integradas en CEOE están ofreciendo desde los primeros días del conflicto.
También CaixaBank ha activado en sus oficinas de toda España un protocolo especial para la atención a las personas desplazadas por la guerra que han solicitado acogida como refugiadas. Una medida que incluye la Cuenta Social de CaixaBank, con un paquete de servicios financieros básicos de forma gratuita para clientes en situación de vulnerabilidad. Mientras que el BBVA ha anunciado la oferta de 200 viviendas para los refugiados ucranianos en España que pueden acoger a 800 personas y están repartidas por todas las comunidades españolas.
En la misma línea el Banco Sabadell ha donado 500.000 euros a Ucrania e igualará las aportaciones de empleados y clientes hasta un máximo de 1,5 millones. Un millón de euros ha enviado con carácter de urgencia el Santander, e Inditex ha legado tres millones de euros a través de ACNUR junto al compromiso de enviar ropa para los ciudadanos ucranianos.
Son sólo algunos ejemplo que se suman a organizaciones como Cáritas, algunas ONG y muchas administraciones como el Ayuntamiento de Madrid que ha puesto en marcha el programa Kiev Distrito22 que incluye la ayuda humanitaria inmediata ante la emergencia del conflicto, con la atención y alojamiento de refugiados y la futura ayuda en la reconstrucción de la ciudad y sus principales infraestructuras. O el gobierno autonómico de Murcia que ha ampliado las ayudas regionales de emergencia del hogar a la víctimas de la guerra de Ucrania.
Y frente a estas muestras de auxilio y solidaridad, aquí seguimos esperando las iniciativas y el apoyo de CCOO y UGT, sindicatos que se reparten este año 17 millones en subvenciones del Estado con el dinero de todos los españoles y a los que el Gobierno de Sánchez les ha regalado cien millones de los Fondos Europeos. Será que los refugiados ucranianos no pagan cuotas. Será. Eso, y que a ellos les pone más manifestarse en Cataluña junto a los independentistas contra el 25% de castellano en las escuelas y en el País Vasco en defensa de los presos de ETA.
Y con los sindicatos esperamos también las donaciones, ayudas y manifestaciones en favor de las mujeres refugiadas, torturadas o violadas de las asociaciones feministas oficiales, de Adriana Lastra, de Ione Belarra o de Irene Montero y su inútil e incompetente Ministerio de Igualdad. Parásitos sociales y vividores que, de momento, sólo aportan silencio cómplice, hipocresía y demagogia. Exactamente lo mismo que con los abusos a las menores tuteladas en Baleares o en el caso del marido de Mónica Oltra. Sepulcros blanqueados.
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